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Columna
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Y si pierdes Madrid, te hacen ministro

Si hay algo difícil para un ganador es saber compartir su victoria con los vencidos. Los golpes duelen y las cicatrices nos los recuerdan. La cicatriz que en lugar de en la piel está en la memoria se llama rencor, y no hay cirujano en el mundo que pueda hacerla desaparecer. Con todo eso, el ganador de las elecciones primarias del PSOE entre candidatos a la Comunidad de Madrid, al que sus rivales han hecho tan famoso que hasta los que no saben cómo se llama saben que es Tomás Gómez, tendrá que montarse un sistema filosófico y elegir una carta de la baraja. No le será fácil, porque cuando tus camaradas y tus enemigos no son fáciles de distinguir, nada está claro y nunca sabes de qué lado va a soplar el viento, si desde la derecha o desde la izquierda. El fuego amigo defiende la misma bandera, pero también mata.

En nuestro país la mayor parte de los políticos no se merece a la mayor parte de los ciudadanos
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"Imagínate cuando llegue ese hombre a tocar el timbre del palacio de la Moncloa", dice Juan Urbano, mientras apura su segundo café de la mañana. "La cara de he visto un fantasma con la que le va a mirar el presidente del Gobierno al abrirle la puerta. Porque, claro, es que lo de ese hombre es una tragedia. Pide un portafolios y le dan una maleta. Pide su coche y le llevan un camión de mudanzas. Le tira una pelota a sus perros y le devuelven una granada de mano. Pide una cuchara y le traen una pala. Pide un traumatólogo que reduzca la fractura de su partido y aparecen José Bono y José Blanco vestidos, respectivamente, de teólogo y tocólogo. Y él, naturalmente, se pregunta si estarán intentando decirle algo, y mientras lo hace, pide a Trinidad Jiménez y le llevan a Tomás Gómez. Y todo eso con los secretarios generales de Comisiones Obreras y la UGT en la acera de enfrente, vestidos de Cobrador del Frac, y algunos ministros haciendo carreras al volante de un furgón fúnebre. Les está bien empleado, por no darse cuenta de que la democracia y la disciplina de voto hacen muy mala pareja".

Juan Urbano lo explica a su modo, y ya lo conocen: en su argumentación abundan las parábolas; pero yo creo que se le entiende muy bien y que el resumen que hace de la situación es bastante certero. Yo soy más claro, y me parece que lo que ha ocurrido en estas primarias en las que Tomás Gómez ha llegado arriba saltando por encima de su partido, exactamente igual que lo hizo el propio presidente del Gobierno, es que vuelve a quedar claro que en nuestro país la mayor parte de los políticos no se merece a la mayor parte de los ciudadanos. Por eso es de temer que en esta ocasión tampoco encajen ni la derrota ni el triunfo, y que de aquí a mayo, que es cuando se van a enfrentar a Esperanza Aguirre y a Alberto Ruiz-Gallardón, se dediquen más a hacerse la cama unos a otros que a pasarse el balón y se les mueran los peces en las urnas. La única razón de que sus rivales no se froten las manos es que tienen dentro la navaja que usan para pincharse las ruedas entre ellos.

En cualquier caso, aquí son otros los que se juegan el porvenir a cara o cruz, y Tomás Gómez tan contento y sin nada que perder: si fracasa en Madrid, lo hacen ministro, como a la propia Trinidad Jiménez y a Miguel Sebastián, que aún debe de llevar en la cartera de Industria lo que encontró en la basura del alcalde. De momento, a Gómez lo conocíamos tan poco que aún no hemos tenido tiempo de olvidarlo, y Juan Urbano y yo creemos que ha conseguido un buen papel en la obra: el Quijote siempre es el más simpático de los personajes.

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