El alcalde de A Coruña se resiste a erigir un monumento a las víctimas del franquismo
"Explosión cráneo encefálica", reza el certificado de defunción. En realidad significa, en clave franquista, muerte por un tiro en la cabeza. "Hemorragia interna", otro eufemismo de la dictadura para un fallecimiento por un tiro en el estómago. Fue así como murió el abuelo de Natalia San Vicente, un militante de la CNT paseado el 13 de agosto de 1936. Hace apenas cinco años que su familia descubrió, en el registro del cementerio coruñés de San Amaro, qué había sido de él tras ser "llevado de casa" en julio de aquel año. Se llamaba Manuel Carrera Miragaya y es uno de los 600 nombres que figurarán en el memorial a las víctimas de la represión franquista en A Coruña, todas asesinadas y enterradas sin que sus parientes supieran donde, cómo, cuando y menos porqué.
El PSdeG local alega que la ciudad ya ha reconocido a los represaliados
Se trata de un reconocimiento a quienes murieron como criminales sin serlo y que sus familias batallan por instalar en algún espacio de la ciudad. Pero el Ayuntamiento y su alcalde, el socialista Javier Losada, se resisten. Ya hay en A Coruña monumentos a la memoria de las víctimas del franquismo, alega el regidor, como los menhires del Campo da Rata, el descampado frente al mar en el que los golpistas fusilaron a cientos de personas. Pero los familiares de esos 600 asesinados -nadie sabe donde están los restos de la mayoría- no se rinden. El tiempo apremia, dado que la iniciativa cuenta con una subvención del Ministerio de Presidencia que caduca el 31 de diciembre. El departamento de la vicepresidente María Teresa de la Vega concedió 49.736 euros para un proyecto que, bajo el paraguas de la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica de A Coruña, forma parte del Voces e nomes impulsado por la anterior Xunta con las tres universidades para buscar las miles de víctimas olvidadas del franquismo.
En A Coruña la iniciativa partió de Dolores Ares, quien pretendía poner una placa en el cementerio con el nombre de su abuelo y su tío, enterrados anónimamente tras ser asesinados. Pero el Ayuntamiento le negó el permiso y la mujer se propuso entonces hacer un memorial a los cientos de víctimas. Se lanzó una campaña y aparecieron 600 en diez municipios de la comarca. Cada caso fue verificado. Los familiares se entrevistaron esta semana con los grupos municipales para urgirles a aceptar el proyecto. La obra, del escultor Xosé Val Díaz, consiste en seis menhires con los 600 nombres grabados y un poema de Claudio Rodríguez Fer.
El PP rechazó entrevistarse con las familias de las víctimas. Pero el BNG, socio de gobierno de los socialistas, les brindó apoyo total y por el PSOE, la teniente de alcalde Carmen Marón les dio el viernes muchas esperanzas. Otros municipios ofrecen acoger el memorial, pero las familias prefieren la ciudad a la que están vinculados la mayoría de los asesinados. Marón, inicialmente poco partidaria del proyecto, terminó la entrevista con los familiares pidiendo un boceto de la obra para decidir una eventual ubicación: el Campo da Rata o el entorno del cementerio. "Urge, porque los parientes son ya muy mayores", destaca Rubem Centeno. Le gustaría que su abuela y su hermana, de 97 años, vieran un memorial que incluirá a su hermano, Bernardo Hernández, paseado y enterrado sin nombre en agosto de 1936 por ser de UGT y masón.
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