Una oscuridad casi perfecta
El día amaneció cubierto y salpicado de nubarrones y oleadas de viento frío. Y así se mantuvo hasta el momento mismo del paseíllo en que, para más inri, comenzó a llover. Tarde desapacible, molestos paraguas, extranjeros y nacionales que huyen del agua. Lo que se dice un buen inicio...
Y comienzan a salir toros mansos, sin fuelle en las extremidades; y se instala el desorden, el ay y el aburrimiento; los ánimos se oscurecen a mayor velocidad que la propia noche, y todo se descompone. Decididamente, la tarde era para quedarse en la mesa camilla al abrigo de este frío otoñal. Todo fue, al fin, de una oscuridad casi perfecta: ni hubo toros ni toreros, ni un lance, ni un destello, a excepción, quizá, de la encomiable decisión de Juan Navazo, subalterno de Aguilar, que se asomó de verdad al balcón al colocar banderillas al quinto. Todo lo demás, embadurnado de tristeza y bostezo. Fue una de esas corridas que no debieran celebrarse para evitar que se pierda el sabor del toreo puro vivido el día antes.
SAN LORENZO / URDIALES, AGUILAR, TENDERO
Toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados, mansos, deslucidos, descastados y muy flojos.
Diego Urdiales: estocada (silencio); casi entera ladeada y dos descabellos (silencio).
Alberto Aguilar, que confirmó la alternativa: tres pinchazos, estocada baja -aviso- (silencio); pinchazo y casi entera trasera (división).
Miguel Tendero: estocada y un descabello (silencio); casi entera ladeada y dos descabellos (silencio).
Plaza de Las Ventas. Tercera y última corrida de la Feria de Otoño. 3 de octubre. Tres cuartos de entrada.
No hubo toros ni toreros, ni un lance, solo las banderillas de Juan Navazo
Confirmó la alternativa el madrileño Alberto Aguilar, que llevaba casi cuatro años buscando su estreno como matador en esta plaza. Ha toreado poco, y eso se nota. Es valiente -también quedó claro-, no perdió los papeles, pero tampoco presentó credenciales suficientes para aspirar con seriedad al triunfo. Muy dificultoso resultó su primero y allá que anduvo, sin perderle la cara, pero sin aprovechar las escasas acometidas de su oponente. Embistió codicioso el quinto en la muleta, y a él se enfrentó Aguilar valiente e ilusionado, bullidor y bullanguero; y en todo momento mal colocado, acelerado y despegado.
Estuvo Diego Urdiales, pero casi ni se notó su presencia. La verdad es que su lote fue poco propicio, parte del público protestó sus toros, y el torero se limitó a mostrar una voluntad que se le supone. Quizá no había otra cosa que hacer. Blandísimo su primero y violento el otro ante un torero con la muleta siempre retrasada y escasa munición en la recámara. Y Miguel Tendero se justificó ante el correoso tercero, y sufrió con el sexto, un toraco de 649 kilos, de imponente presencia y seriedad, manso de libro que impuso el desorden en el ruedo, y al que no pudo doblegar por su manifiesta falta de técnica. Al menos, salió ileso del difícil envite, y quedó claro que la torería actual solo está preparada para dar pases al toro bonachón.
La corrida acabó pronto, afortunadamente; pero ya era noche cerrada a las siete y media de la tarde, y tan oscura como la ingenua ilusión de que se obrara el milagro y el toreo apareciera de nuevo...
Babelia
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