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Columna
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Nuevas caras

En la cartelera política de este año asistiremos a un desfile variado de caras nuevas, más o menos, para el futuro reparto de papeles. Será más entretenido que los que hacen por televisión, eso que llaman casting por aquello del inglés en mil palabras, pero sin duda con repercusiones algo más importantes, aunque tampoco hay que exagerar. Me refiero a que Zapatero, Rajoy y también Camps han agotado, por razones muy distintas, su tiempo político. Estoy convencido de que ellos lo saben, pero lo negarán porque están dándole vueltas a la operación de sucesión, herencia o cambio controlado, llámenlo como quieran.

Zapatero entró en un momento de abundancia, donde bastantes tenían mucho, muchos teníamos bastante y algunos tenían poco. Pero ahora hay otra situación económica, donde bastantes siguen teniendo mucho, pero muchos ya no tenemos bastante y algunos casi nada o hasta nada. Tendría que cambiar de estilo, de carácter, prácticamente conseguir una personalidad nueva y eso no es fácil ni para un político. Los socialistas necesitan caras distintas, otros perfiles más actuales y, así, comenzará el desfile para encontrar una imagen adecuada.

Me imagino que Rajoy pensó en dimitir después de su última derrota electoral, pero se convenció o lo convencieron, yo que sé, de que era necesario aglutinar el partido y gestionar una sucesión ordenada. La verdad es que no lo hizo, porque su personalidad pasiva tiende más a la selección natural y así han caído por el camino algunos candidatos. Al permitir que el darwinismo social funcione, sería casi una perversión que terminase eligiéndose a sí mismo como candidato. Tiene que saber que ya no es su momento, que hace bastante tiempo que no lo es, necesita también un desfile de caras nuevas para el reparto, aunque algunas estén llenas de moratones.

En cuanto a Camps, se preocupó de unas cosas mientras daba por supuesto otras y, en política, todo lo que das por supuesto te pasa factura. Pensando que tenía un futuro por delante, le sorprendieron dos telediarios y cuatro papeles. El 29 de noviembre de 2002, en el Palacio de Congresos de Valencia, Rajoy manifestó irónicamente su admiración por la "operación" sucesoria de Valencia, el canje de Zaplana por Camps, y ese fue su mito de origen. Ahora que todo se acaba, pretenderá repetir ese mito de origen, como pasa casi siempre, y por eso intentará la misma operación. En cualquier caso, caras nuevas o casi.

Nosotros no elegimos a los pretendientes, pero podemos adivinar sus características, sus principales rasgos, cómo son y qué quieren. Eso no cambiará nuestra simpatía por un partido o por otro, pero influirá en el voto o en el no voto y también en la opinión de los demás. No es mucho, pero podría llegar a ser decisivo y, en cualquier caso, es mejor opinar que asistir en silencio a un casting sobre nuestro futuro.

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