Diseño y tenedor
¿Qué pesa más al elegir un restaurante, la envergadura de su oferta o el entorno en el que se encuentra? O lo que es igual, ¿que se coma bien o que el lugar sea atractivo? En el ámbito de la hostelería no siempre existe paralelismo entre los estilos de cocina y la arquitectura y el diseño. Ni siquiera en el cerrado círculo de la vanguardia se aprecia una relación directa. No hay mayor contradicción que la de el Bulli de Ferran Adrià, cuyas recetas hipercreativas se sirven en un escenario decadente.
En los últimos años, Madrid ha asistido al desembarco de grandes arquitectos. Corría la década de los ochenta cuando Terence Conran, creador de Hábitat, comenzó en Londres a marcar tendencia. Tras su estela irrumpiría Philippe Starck firmando proyectos insólitos. Sería injusto olvidar lo que representó en Madrid la inauguración en 1990 de Teatriz (www.grupovips.com), multiespacio de restauración y ocio que se adelantó a su tiempo. Años después, el propio Starck volvería a la capital para imaginar Ramses (www.ramseslife.com), restaurante y local de copas abierto en 2007 en cuyo interiorismo neobarroco se superponen elementos kitsch y vanguardistas que no desentonan con la ambigüedad de sus recetas. No menos interesante ha sido la aportación de Dani Freixes, que dotó a Nodo (www.restaurantenodo.es) de un ambiente zen en consonancia con la fusión culinaria de Alberto Chicote. Arquitecto que también reconvertiría una vieja panadería -Pandelujo- acoplando estética e informalidad gastronómica.
En fechas recientes -y sin dejar Madrid-, el internacional Jaime Hayón renovaría La Terraza del Casino (www.casinodemadrid.es) en línea con las corrientes neoyorquinas en boga, con un estilo opuesto al de Christian Liaigre, el interiorista más copiado según el Financial Times, que vestiría de modernidad Lágrimas Negras (hotel Puerta América) en clara discrepancia con la aburguesada contemporaneidad de su comida.
Capítulo aparte es el restaurante del Museo Reina Sofía, obra de Jean Nouvel, hangar de cristal y acero donde no ha cuajado ningún proyecto gastronómico serio. Más interesantes por su capacidad de adaptación han sido los trabajos de Tomás Alía en Larios Café y Zaranda (recientemente cerrado), así como los de Isabel López en El Pescador y O'Pazo, donde colaboró con Sandra Tarruella, al igual que en el Bar Tomate, salpicado de elementos reciclados en vaga armonía con el desenfado de sus especialidades.
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