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Columna
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Pérdidas

Retomo la columna con varias sensaciones de pérdida que se entrecruzan y acumulan. Pérdida de las vidas de dos guardias civiles y su traductor en Afganistán, que nos hacen preguntarnos si no estaremos perdiendo una guerra que nunca quisimos entablar. Pérdida de una pluma, la de Carlos Mendo, homérico personaje con unos conocimientos de historia y política de Estados Unidos, como decía él, "verdaderamente sorprendentes". Pérdida también (¿por culpa de la crisis?) de una capa en nuestra solidaridad, al contemplar intrigado las razones de la pasividad de la comunidad internacional ante el sufrimiento de millones de paquistaníes en contraste a lo ocurrido en Haití. Pérdida por último, si nadie lo remedia, de un espacio imprescindible para entender ese mundo tan complicado en el que vivimos: la revista Foreign Policy en español, inminente víctima del fuego cruzado que conforman el bajón de ingresos publicitarios y el cada vez más menguante espacio y atención que recibe lo internacional en todos los países.

La mayor globalización de la información no se ha convertido en mayor capacidad de comprender

Regreso de una "parada en boxes" en Sussex con mis colegas del European Council on Foreign Relations (ECFR) dedicada a pensar sobre el 2011 sumamente preocupado por el entorno en el que se mueve la información internacional. La crisis ha desplazado el peso de la agenda hacia lo económico, con cada vez menos espacio para contar y entender el mundo de ahí fuera. Cada día es más caro y difícil dar buenas noticias, y cada vez más barato y fácil acceder a ellas. Como los números no cuadran, los corresponsales son cada vez menos y peor pagados y las corresponsalías cada vez más pequeñas. Los periódicos hacen televisión en sus páginas web al tiempo que televisiones y radios se dedican a dar noticias escritas. Para empeorar las cosas, la crisis también está teniendo un efecto muy importante sobre los think-tanks, esos laboratorios de ideas desde los que intentamos entender el mundo en el que vivimos. Las fuentes de financiación se secan, lo que obligará a muchos a cerrar, reducir sus actividades o malvender su independencia y convertirse en mercenarios.

El resultado es que, como resultado de una mayor globalización de la información, espacios y tiempos se encogen sin que, paradójicamente, ese mayor volumen de información redunde en una mayor capacidad de comprensión. Al contrario, la información y el análisis son sustituidos por la emoción: guerras y conflictos, pobreza y desigualdad se convierten en otro desastre natural, y como tal son contados, sin un contexto que lo explique. Y sin un contexto bien contado es imposible entender qué motiva al suicida de la base de Qala-i-Now, ni cuáles son nuestras razones y opciones en Afganistán o en tantos otros sitios en los que tenemos responsabilidades.

Hace unos meses, al despedirme del intérprete afgano que traducía mi intervención ante los militares de su país que asistían en Madrid a un curso de formación del Ministerio de Defensa le pregunté dónde y cómo había aprendido tan buen castellano. En la Facultad de Filología en Kabul, me dijo, pero los talibanes llegaron y quemaron la biblioteca así que no pude terminar mis estudios, añadió. ¡Cuánta unidad de propósito entre el talibán afgano que quema la biblioteca y el talibán de Florida que incita a la quema del Corán!

¡Qué manía con la palabra impresa!, pienso ahora intentando conectar todas estas pérdidas. ¿Qué tendrá que todo el mundo quiere acabar con ella? Y cuando alguien no quiere acabar con ella, sino fomentarla, ¡qué difícil resulta crear y sostener los espacios donde pueda sobrevivir! Hablamos mucho del cambio climático, la deforestación y las especies en extinción, pero poco de la desaparición de la palabra escrita y de su hábitat: los periódicos, las revistas, los libros. ¿Sobrevivirán al ser trasplantadas al mundo digital, desaparecerán o se transformarán en algo irreconocible? En el libro El tercer chimpancé, Jared Diamond cuenta cómo las culturas que no llegaron a escribir sus lenguas fueron siempre candidatas a la dominación o desaparición. ¿Y las culturas que tuvieron la palabra impresa pero la perdieron? ¿Qué será de ellas?

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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Siguiendo un tema que esbocé en una columna anterior (hardware y software), leo que después de la entrevista entre Zapatero y el Presidente de la Junta de Andalucía se ha decidido que el tercer carril de la A-4 entre Bormujos y Benacazón se salvará del recorte presupuestario. Y me alegro enormemente. Pero no estaría de más que, para variar, fuera noticia que una revista, periódico o editorial se salvara de la crisis (o incluso de la quema). De lo contrario, habrá que declarar la palabra impresa especie en vía de extinción. .

Jitorreblanca@ecfr.eu

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