No sin las víctimas
Ya está. Dicho y hecho. ETA ha decretado el alto el fuego del que tanto se rumoreaba en las últimas semanas. Ha aterrizado sin saber todavía ni su alcance ni su duración (si es temporal o permanente) pero la banda ha dado el primero de los calculados pasos que vendrán. En su comunicado ETA advierte de que no "llevará a cabo acciones militares en su campaña por la independencia"; que tomó la decisión hace varios meses a fin de "poner en marcha un proceso democrático" que lleve a una solución a través de la negociación y en clave soberanista, hace un llamamiento a "actuar con responsabilidad" a los agentes políticos para que sean reconocidos los derechos del pueblo vasco. La banda no va más allá y como en anteriores ocasiones, no podemos olvidar que esta tregua no es espontánea. El anuncio viene precedido por los movimientos que está dando la izquierda abertzale. El último, hace dos días, no por casualidad, junto a EA y por escrito. En él, demandaba a la banda un alto el fuego permanente y verificable por órganos internacionales. Antes, el gesto vino de un sector de los presos de la banda. Ocho de ellos firmaron una carta dirigida a todo su colectivo en la que, por vez primera, planteaban "el reconocimiento y la reparación de los daños causados" a las víctimas del terrorismo como ya lo hiciera Josu Ternera en las conversaciones previas al frustrado proceso de paz de 2006. Un alto el fuego que ha venido precedido también de una ausencia de atentados con los que "responder" como venía haciendo, a las constantes operaciones policiales. Las últimas víctimas en España datan de hace algo más de un año. Costaron la vida al inspector Eduardo Puelles en Arrigorriaga y a dos guardias civiles en Mallorca.
Una vez que se sepa qué quiere decir ETA, habrá que movilizar conciencias
Hoy más que nunca no debemos obviar que desde siempre, ETA lo único que ha demostrado con sus actuaciones es que quiere estar presente en el escenario político hasta el final. Y como cualquiera de sus intenciones, necesita de su dosis de repercusión mediática. Ahora, con un video remitido intencionadamente a la BBC, un medio de prestigio en el ámbito internacional y conocedor de procesos de paz como el de Irlanda del Norte. Y todo esto, ETA lo sabe. Pese a que esta tregua se produzca después del arresto de su cúpula militar en Bayona, después de que las detenciones del último jefe del aparato militar hace meses y de Thierry en Burdeos en mayo de 2008 le hayan generado el periodo de mayor inestabilidad en su cúpula con siete dirigentes entre rejas en menos de dos años. Y es ahora, en este escenario y con un documento con el que ETA nos deja claro que todo puede seguir igual; donde debemos recordar a las víctimas del terrorismo.
El pasado, incluso el más remoto, no está muerto. Éste era uno de los juegos de palabras con los que el filósofo francés y uno de los máximos representantes del espiritualismo de entreguerras, René Le Senne amenizaba sus clases en la universidad de la Sorbona. Hoy más que nunca necesitamos el testimonio de quienes han vivido en carne propia las acciones de quienes firman ese comunicado. Necesitamos el testimonio de su sufrimiento para ser conscientes de la gravedad del problema y de nuestros deberes de solidaridad. Necesitamos a las víctimas para saber que lejos de eufemismos, todos estamos amenazados. Para saber que de ellas hemos recibido valores fundamentales como la confianza en las posibilidades del Estado de Derecho para combatir a los terroristas con la ley. Como su renuncia a cualquier tentación de tomarse la justicia por su mano. Como la dignificación de la solidaridad como un valor compartido o su apoyo a un consenso no partidista para sumar fuerzas frente a esta lacra.
El terrorismo por desgracia ocupa ahora el espacio de otras amenazas que anteriormente hemos conseguido superar. Y requiere en todos los ámbitos la misma determinación, unidad y constancia para acabar con él, que otros totalitarismos exigieron a generaciones que nos han precedido.
En pleno debate sobre lo que nos quiere decir ETA, y cuando pase éste, se tendrán que hablar muchas cosas pero también habrá que movilizar conciencias. Las conciencias de quienes miran a otro lado, de los que se encogen de hombros. En definitiva, movilizar las conciencias de los que cuando se acercan al problema del terrorismo en vez de aproximarse a las víctimas simplemente las contabilizan. Es un reto en el que también debemos fijarnos en estos momentos. Y ante él, la sociedad debe ser capaz de construir una respuesta. Porque en escenarios como el que se ha abierto ahora las víctimas son y serán imprescindibles.
Andoni Orrantia es periodista.
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