Pánico al sexo post mórtem
Él es el mayor pornógrafo de todos los artistas y el mayor artista de todos los pornógrafos. Por eso Bruce LaBruce sigue empeñado en demostrar que un buen polvo puede resucitar a un muerto. Así lo hace en su última película, L. A. zombie, con la ayuda de la estrella del cine gay para adultos François Sagat, a quien ha dado más diálogo del habitual para encarnar a una extraña criatura que emerge de las aguas con la intención de violar cadáveres.
La presentación de esta película traerá al cineasta, escritor y fotógrafo canadiense de vuelta al Festival de Cine de Sitges a principios de octubre, donde acudió hace dos años con otro atribulado zombie en Otto; or, up with dead people. Su nueva cinta es una alegoría que mira al surrealismo y el avant-garde partiendo de una generosa ración de violencia con la que perpetuar el recuerdo infantil del rudo ambiente rural en el que se crió.
"El cine ya ha jugado con sexo y necrofilia. Ahí están 'Nosferatu' y 'Un perro andaluz"
El resultado fue demasiado obsceno para la censura australiana, que prohibió su proyección en el Festival de Cine de Melbourne, celebrado a principios de agosto. El incidente se saldó con un acto de desobediencia civil por parte del certamen y fue el mejor afrodisiaco para el rey del queercore, que disfruta ahora del subidón mediático que le ha proporcionado el eventual rechazo australiano.
EP3. L. A. zombie reincide en muchos de los elementos que mostraste en Otto; or, up with dead people, pero esta vez llevado al extremo.
Bruce LaBruce. Intenté que Otto fuera más pornográfica de lo que resultó ser. Rodé mucho material, pero terminó siendo un filme artístico independiente. Con L. A. zombie quise hacer una película porno gay en toda regla. Y lo he conseguido. No llega a ser una secuela, pero sí que la he planteado como una pieza de acompañamiento de mi película anterior.
EP3. ¿Por qué crees que la censura australiana intentó vetarla? ¿Crees que se asustó del sexo explícito o de la necrofilia?
B. L. Probablemente de la combinación de ambas cosas. El cine, en particular el de terror, ha jugado con la violencia extrema, la sexualidad y la necrofilia casi desde el principio. En Nosferatu y en Un perro andaluz ya ocurría. Y sin duda, la literatura romántica de Poe y Baudelarie era bastante necrófila. Me gustaría que mi película se viera como parte de esa tradición artística.
EP3. Pero al mismo tiempo te encanta que haya sido censurada.
B. L. Por supuesto, es publicidad extra. La censura es para mí incomprensible. No puedo entender cómo un gobierno como el de Australia puede prevenir a su gente en contra de ver algo y de que cada uno juzgue por sí mismo.
EP3. Y eso que siempre editas una versión softcore de tus películas para festivales y circuitos comerciales
B. L. Es una mera estrategia de marketing cruzado. El haber mostrado sexo explícito en mis primeros títulos, a los que considero cine artístico, me dio una reputación de pornógrafo que he intentado mantener ¡No quería decepcionar a nadie! Pero ahora me resulta muy complicado encontrar financiación fuera de la industria del porno, así que ruedo para ambos públicos.
EP3. Y qué mejor para contentar a tu público habitual que un icono del porno gay como François Sagat, ¿no?
B. L. Sí, pero François es también un gran intérprete. Tiene una sensibilidad innata que trasciende la pantalla. Cuando lo vi disfrazarse de vampiro en uno de los vídeos personales que cuelga en Internet supe que quería convertirlo en un personaje del cine de terror de serie B. Además, tuvo una paciencia y un estoicismo infinitos en un rodaje que resultó extremadamente duro y caótico.
EP3. Cuando haces referencia a las altas dosis de violencia de tus fotografías y películas sueles echarle la culpa a tu infancia, ¿por qué?
B. L. En la granja en la que crecí presencié tantos nacimientos como matanzas y castraciones. El hecho de convivir entre los cadáveres de animales tiroteados por tu propio padre debería convertirte en un chico duro. Al menos así eran los otros niños de la zona. Pero yo no era más que una princesita que se pasaba la mayor parte del tiempo aterrorizada, así que tuve que sobrevivir a base de ingenio...
EP3. ¿Sigues en la misma lucha que en los años ochenta, cuando creaste J.D.s, el primer fanzine homocore, para "destruir desfasados conceptos sobre el sexo"?
B. L. Sí, pero de un modo algo complejo. En muchas ocasiones soy una persona sexualmente reprimida, así que se puede decir que no siempre practico con el ejemplo. Pero otras veces me siento como Gudrun en The Raspberry Reich [la subversiva líder del grupo terrorista gay que protagoniza una de sus últimas películas]. Estar en contra de la monogamia es bastante radical, si tenemos en cuenta el clima actual.
EP3. ¿A qué celebrity te gustaría apuntar con tu cámara?
B. L. Sin duda, a Lindsay Lohan. n
Brandon Flowers, el cantante de The Killers, tiene hordas de fans que le adoran, imitan su estilo y devoran su música. Las cifras hablan solas: 5 millones de discos vendidos en Estados Unidos, 4 en el Reino Unido, 15 en el resto del planeta; giras mastodónticas con el cartel de "no hay entradas" repitiéndose desde que este grupo de Las Vegas se lanzó a la carretera allá por 2004 con su primer álbum, Hot fuss. Seis años más tarde, en la cúspide de su carrera, con otros dos discos más en el currículo y uno de los presentes musicales más espectaculares de la industria, The Killers frenan en seco, se salen de la foto y sueltan una bomba: Brandon Flowers, de 29 años, saca disco, pero esta vez en solitario. La explicación, a juzgar por lo que él mismo dice, es sencilla: dos de sus compañeros de grupo estaban "cansados" y necesitaban "una pausa". Y él, que no sufre las tópicas consecuencias de la "dura vida" del rockero —porque, como buen mormón, no bebe, no se droga y no tiene una mujer en cada puerto, sino esposa y dos hijos—, quería seguir haciendo música. Así que decidió sacar un disco en solitario mientras sus compañeros de banda se recuperaban. ¿Cuánto durará la pausa? "No lo sé". ¿Un año? ¿Cinco años? "Cinco no serán". ¿Serán tres? "No lo sé". Sus respuestas son el fiel reflejo del talento de Flowers para el arte del monosílabo y la ambigüedad, practicado con vehemencia durante una entrevista concedida a EP3 el pasado mes de mayo durante la promoción en Nueva York del álbum Flamingo. Producido por Stuart Price, Daniel Lanois y Brendan O'Brien, es un álbum que suena a The Killers, aunque tenga ramalazos intensos de americana como On the floor o Welcome to fabulous Las Vegas y, sobre todo, unas letras que podrían cantarse en una iglesia, con frases como "cielo e infierno, el diablo puede regresar al sitio del que vino" o "ya suenan las siete trompetas".
EP3. ¿Buscabas transmitir un mensaje religioso?
Brandon Flowers. No lo sé [se ríe].
EP3. Quizá, al saber que eres mormón, no puedo evitar forzar esa interpretación.
B. F. No sé.
EP3. Pero ¿piensas en tu religión cuando escribes?
B. F. Los jóvenes no piensan en ello, pero resulta que sí es una parte importante de mi vida, así que se cuela en mis canciones.
EP3. ¿Y cómo ha sido crecer en medio de la capital del pecado, Las Vegas?
B. F. Raro. Creo que el efecto es que te vuelves mucho más devoto.
EP3. ¿Cómo se compagina ser devoto con ser rockero y sus tentaciones?
B. F. Supongo que Las Vegas me preparó para ello. Trabajé en varios casinos durante años. Después de vivir ese contraste, estaba preparado para cualquier cosa.
EP3. Pero Flamingo y sus canciones suenan casi a homenaje. Tiene algo de nostálgico por el viejo Las Vegas.
B. F. Un poco. A veces creo que vivo rodeado por los fantasmas de Elvis y Sinatra. A mí me gusta mucho la ciudad. Me gusta su luz, el desierto, el paisaje. Es lo que conozco. Hay una familiaridad. No podría vivir en Los Ángeles o Nueva York. No creo que sean ciudades para mí.
EP3. ¿Te ha cambiado la fama?
B. F. Yo no me siento famoso. Nunca pienso en ello. Supongo que ayuda vivir en Las Vegas. Nadie me para por la calle.
EP3. Hubo una época en que fuiste muy criticado por las cosas que decías de otros grupos. ¿Te arrepientes de aquello?
B. F. Sí. The Killers son muy positivos, y lo que yo hacía era volcar mucha negatividad y empañar eso. Ahora quiero que la gente se concentre en mi música, no en mis palabras.
EP3. Entonces, algo has cambiado.
B. F. Soy más sabio y más amable.
EP3. De adolescente no escuchabas a los grupos que seguía tu generación, sino a los de los ochenta. Y en este disco hay ramalazos rockeros. ¿Qué has escuchado últimamente que te haya influido?
B. F. No escucho música.
EP3. ¿Nada?
B. F. Creo que me he quemado.
EP3. ¿Por culpa de tu propia música?
B. F. No sé. No tengo ganas de oír música. Dejé de escucharla gradualmente en los últimos siete años. A veces pongo la radio en el coche.
EP3. Pero no has podido esperar a tus compañeros de banda y has sacado un disco con tu música.
B. F. Sí, pero no ha sido fácil. Me hubiera gustado que este hubiera sido un disco de The Killers.
EP3. ¿Hay algo en este álbum que no hubieras podido hacer con ellos?
B. F. No. No tenía ninguna carencia con The Killers. Y sigo pensando en mí mismo como en el cantante de The Killers.
EP3. Por tu aspecto, no lo pareces.
B. F. ¿Qué quieres decir?
EP3. Bueno, vas en vaqueros y llevas una camiseta blanca. Pareces un tipo normal, no ese rey del estilo por el que te has llevado tantos premios (el mejor vestido, el más sexy, el rey del buen gusto, según publicaciones como NME o GQ).
B. F. ¿No te parezco sexy?
EP3. Lo que quiero decir es que parece que te presentas como más natural.
B. F. ¡Pues yo te aseguro que tardo un minuto en ponerme un traje!
Flamingo se publica el martes en Island/Universal. Brandon Flowers actúa el 8 de octubre en Barcelona (Apolo) y el 9 en Madrid (La Riviera). Síguenos en nuestro blog
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