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Columna
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La nueva coyuntura internacional

Al reabrirse el curso político, parece oportuno echar una mirada al escenario internacional. Aunque los cambios en este ámbito se produzcan a largo plazo, es preciso insertar algunos acontecimientos recientes en la transición en la que nos encontramos, que va desde la hegemonía en solitario de Estados Unidos en los años 90 a un mundo multilateral en el que se consolidan distintos centros de poder. Además de catástrofes naturales, como las inundaciones en Pakistán, o tecnológicas, como el escape masivo de petróleo en el golfo de México, el presidente Obama ha decidido la salida de Irak de las fuerzas estadounidenses de combate y reanudar las conversaciones directas de paz entre israelíes y palestinos, sucesos que marcarán la situación internacional en los próximos meses y años.

De las inundaciones en Pakistán cabe prever consecuencias graves para el país

Pese a los repetidos anuncios de que ya ha pasado lo peor, la crisis económica nos reserva no pocas sorpresas en sus zigzagueantes avances y retrocesos. En rigor, no se ha hecho más que discutir las medidas más obvias: así Alemania pretende que los bancos constituyan un fondo común para que el dinero de los contribuyentes no tenga otra vez que salvar la situación, pero es improbable que la Unión Europea lo apoye. La socialdemocracia alemana en la oposición y la española en el poder, proponen subir los impuestos a los sectores con ingresos más altos, para en parte financiar el paro, sin que hasta ahora se haya legislado nada en este sentido. Poco se ha hecho para acabar con los paraísos fiscales y controlar el fraude fiscal. Ni siquiera el vertido masivo en el golfo de México, que tardará más de un siglo en recuperarse, ha cuestionado la dependencia energética del petróleo, más de lo que ya lo había hecho el cambio climático.

De las inundaciones en Pakistán -con cientos de muertos y millones de desplazados- cabe prever consecuencias graves para el futuro de un país tan inestable, pero árbitro de una región en la que hoy se dirime la hegemonía mundial. Lo de menos es que suba el precio del algodón, que beneficiará a otros países, lo importante es que debilita aún más la posición estratégica de Estados Unidos en la región. No cabe excluir que el Ejército vuelva al poder con una política nacionalista que signifique enfrentarse a Estados Unidos y a sus aliados occidentales.

Obama cumple en parte su promesa electoral de salir de Irak -quedan 50.000 soldados que se justifican como instructores del Ejército iraquí, pero que podrían entrar en combate en caso de emergencia- obligado tanto por el alto riesgo que para los demócratas suponen las elecciones parlamentarias del 2 de noviembre, como sobre todo porque no existe la menor posibilidad de que en un plazo previsible se cumpla el objetivo de la invasión militar de 2003: convertir al país más laico de la región, con reservas importantes de petróleo, en una próspera democracia occidental que sirviera de ejemplo a toda la región. No habrá que insistir en el abismo que separa el objetivo de la invasión, recuperar la influencia estadounidense que se encontraba en franco declive, y lo conseguido, la destrucción total del país, la aparición del terrorismo, el enfrentamiento de las comunidades chiíes, suníes y kurdas, y una mayor influencia iraní.

Pocos en Israel, y menos aún, en el mundo árabe, creen que las conversaciones de paz, comenzadas ayer, darán paso a un Estado palestino. Las exigencias de seguridad de Israel -un Estado palestino desmilitarizado, control israelí del espacio aéreo, mantener bases que permitan detectar ataques desde el este- así como la imposibilidad de desmontar las colonias judías en Cisjordania sin graves disturbios, dejando un territorio muy fragmentado, en el fondo inviable, hace altamente inverosímil que se llegue a un acuerdo. Con todos sus costos y riesgos, la ocupación, continuando con la política de asentamientos, sigue siendo la opción preferida de Israel, pero en ningún caso aceptable para Estados Unidos y sus aliados, que necesitan la paz para consolidar su presencia en la región.

Conclusión, solo habrá acuerdo si viene impuesto desde el exterior, pero no está nada claro que desde la política interna Obama esté en condiciones de imponerlo, ni tampoco Estados Unidos desde una capacidad de maniobra internacional, harto disminuida.

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