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Reportaje:Próxima estación

Los gatos de Cheshire

A la salida de la parada de Sants ya se adiverte la silueta de los felinos sobre los tejados

En la calle de Baños Nuevos había una librería de viejo en cuyo aparador, bajo una lamparita encendida, siempre sesteaba plácidamente un gato, acurrucado sobre antiguos volúmenes de historia y poesía, como si esperase a que le hiciésemos una consulta. Este gato bibliófilo y erudito parecía pariente del difunto minino que señoreaba la bodega Marín de Gracia, al que se atribuía la facultad de otorgar una milagrosa buena suerte a quien lo acariciara (cuentan que el alcalde Clos vino a verle y al poco le hacían ministro). Los gatos siempre han gozado de buena fama en Barcelona. De hecho, cuando uno sale de la Estación de Sants -ya venga en metro, en tren o en avión-, con lo primero que se encuentra es con la silueta de uno de estos felinos sobre las ondulantes cubiertas metálicas de la plaza de los Països Catalans. Huidizo y discreto, constituye una de las primeras sorpresas con que se topan los turistas más avezados que vienen a visitarnos, dando la bienvenida a aquellos dispuestos a encontrar pequeños tesoros.

Tanto gustaba el gato que en varias fondas lo servían estofado hasta bien entrado el siglo XX
Los muchos gatos barceloneses tienen hasta su propio patrón, San Feliu de Nola

Escondidos o no, los gatos llenan nuestro paisaje con sus rostros socarrones. Ya sea aquel "Gat que menja lo rat", eterno reclamo de una estampería cercana a la plaza Sant Jaume, o sus exóticos congéneres que moviendo una pata nos saludan en todos los comercios chinos. Este animal dio nombre a la fuente más famosa de la ciudad -la Font del Gat-, cuyas aguas manan de la boca de uno de ellos esculpido por Joan Antoni Homs. La chica que pelaba la pava con un soldado se hizo canción popular y el sitio se convirtió en un restaurante edificado por Puig i Cadafalch. Tanto gustaba el gato al barcelonés de a pie que en varias fondas y merenderos lo estuvieron sirviendo estofado hasta bien entrado el siglo XX, y uno de los establecimientos más populares de La Rambla fue durante muchos años el bar Gato Negro, con sus pantagruélicos resopones nocturnos que permitían reparar fuerzas a los noctámbulos profesionales, a los señores que al salir del Liceo habían decidido alargar la fiesta y a los basureros que iban a comer alguna cosa de madrugada.

Los gatos gozaron de la protección de la catedral, donde se recogía a los animalitos abandonados después que una piadosa dama legase su fortuna para crear la Casa dels Gats, en el claustro de la seo. Hoy en día hay más de 300 asilos donde recogen animales perdidos, gestionados por diversas organizaciones y particulares. Los gatos barceloneses tienen hasta su propio patrón -san Feliu de Nola-, al que tigres y leones del circo romano se negaron a devorar. Así pues no es de extrañar que las siluetas gatunas puedan verse un poco por todas partes, pardas de noche como cantaba el Gato Pérez o libertarias como las del malogrado dibujante Perich, que les prefería a los perros porque no hay gatos policía...

En la Rambla del Raval se encuentra el orondo gato de Fernando Botero, al que ya le han robado varias veces los bigotes. Cerca de allí -en la calle Xuclà- está la placita de los Gatos, con un mural realizado entre otros por el gran ilustrador Arnal Ballester. También pintados sobre el cemento pueden rastrearse algunos gatos negros que un grafitero anónimo dejó en las paredes de Gracia y el Borne. Algunos tejados tienen veletas en forma de gato y en la fachada de una finca de Mayor de Sarrià hay tres en plancha de hierro, situados en ese lugar para asustar a las palomas. Aunque los más célebres sean los cuatro que dieron nombre a la sede del modernismo -Els Quatre Gats-, la cervecería frecuentada por Rusiñol y Picasso que ha terminado convertida en restaurante. Gatos de todos los tamaños que aparecen y desaparecen, como su colega de Cheshire en el cuento de Alicia y su famoso espejo. Y que parecen invitarnos a rastrear la ciudad con paso tranquilo y sigiloso, a la caza de este simpático habitante de nuestros patios y azoteas.

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Las siluetas gatunas pueden verse por todas partes y son varios los establecimientos que tienen al animal como emblema.
Las siluetas gatunas pueden verse por todas partes y son varios los establecimientos que tienen al animal como emblema.CARMEN SECANELLA

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