El silencio culpable de Nadja
En un tribunal de Darmstadt, Alemania, empezó ayer el juicio a Nadja Benaissa, una de las integrantes del grupo No Angels, acusada de haber contagiado el virus del sida a uno de los hombres con los que tuvo relaciones sexuales sin protección alguna, sabiendo que era portadora del VIH y sin habérselo advertido. La cantante tuvo aquella aventura con un administrador del grupo, que fue quien la denunció tras descubrirse infectado. No había sido, sin embargo, el único al que ocultó que llevaba los gérmenes de la devastadora enfermedad. Otros dos amantes tampoco supieron nada, pero tuvieron más suerte. El cargo al que se enfrenta es el de "lesión grave" y podrían caerle entre 6 meses y 10 años de cárcel. Nadja ha empezado por declararse culpable.
Tenía 17 años cuando quedó embarazada, en 1999, y se sometió a una prueba del sida que dio positivo. Un año después, su grupo triunfaba en televisión, y empezó a escalar en las listas de éxito, y vinieron los espasmos del éxito. No Angels estaba compuesto por cuatro jóvenes cantantes, atractivas y ambiciosas, dispuestas a comerse el mundo. Su fórmula fue infalible: melodías pop intrascendentes y una mezcla de pieles femeninas que gustaron a nativos, vecinos e inmigrantes. El grupo se separó en 2003 y Nadja tuvo aquellas aventuras entre 2000 y 2004. Por así decirlo, en pleno esplendor.
Quienes buscan atenuantes a su injustificable silencio hablan de su juventud. Era una cría cuando el mundo se rendía a sus pies, y su error fue más bien fruto de la alocada vida de las efímeras estrellas televisivas que de una deliberado afán de ocultar el virus. No era una diablesa arrogante que rechaza tomar precauciones por coquetear con el peligro, sino, más bien, una cándida niña que no quiere manchar el embrujo de sus propios encantos.
Tras la disolución de su grupo, lo intentó sola. No le fue bien. En 2008, las chicas de No Angels se reunieron, participaron en Eurovisión y quedaron en último lugar. Incluso Rodolfo Chikilicuatre sacó más puntos. Un año después, la policía la detuvo con gran aparatosidad mientras actuaba en una discoteca. Ayer se sentó en el banquillo. La fama ha vuelto a ella, pero por una ignominia. La de no haber sido valiente para decir la verdad.
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