¡Dios te libre de un toro bravo!
Reza el dicho taurino que una de las peores cosas que pueden pasarle a un torero es que le toque un toro bravo, pues es el que puede sacar a relucir todos los defectos del espada. Dicen que fue Juan Belmonte quien acuñó la frase: "¡Que Dios te libre de que te toque un toro bravo!", una sentencia que el gran Marcial Lalanda no tuvo reparos en reconocer ante la exigencia de un buen toro. Por contra, siempre se ha dicho que con el toro malo o con el menos bravo, son muchos los diestros que saben taparse y pueden hacer faenas más o menos apañadas.
La sabiduría popular, de donde brota casi toda la cultura taurina, no suele confundirse. Que se lo digan a Sebastián Castella, que lo vivió ayer en sus carnes.
GARCIGRANDE / PONCE, JULI Y CASTELLA
Cuatro toros de Garcigrande y dos de Domingo Hernández (cuarto y quinto), bien presentados, salvo el pequeño segundo, pobres de cara el cuarto y el sexto. Nobles y de buen juego, excepto el cuarto. Destacó el buen tercero.
Enrique Ponce: Estocada atravesada que escupe y descabello (silencio). Tres pinchazos y estocada baja (algunos pitos tras un aviso).
Julián López, El Juli: Estocada desprendida (oreja). Sensacional estocada (oreja tras un aviso).
Sebastián Castella: Media estocada y cuatro descabellos (saludos tras un aviso). Estocada baja (oreja).
Saludó en el tercero el banderillero Javier Ambel.
Plaza de Illumbe. 15 de agosto de 2010. Segunda de la Semana Grande. Tres cuartos de entrada.
Un 'garcigrande' destapó las carencias de Sebastián Castella
Era el tercero de la tarde, de nombre Vigoroso, toda una premonición del poder que iba a desarrollar en el ruedo. Metió la cara en el capote del francés y éste se vino arriba. El de Garcigrande empujó en el caballo, no con mucha clase, pero con fijeza en el primer puyazo; el segundo fue un mero trámite. Castella ofreció la faena al público de Illumbe. Se presentía algo importante.
Pero, lo que son las cosas, fue incapaz de dominar con su muleta las bravas embestidas de Vigoroso, que pedía más a un torero desaborlado hasta llegar a pasar apuros para irse de la cara y sufrir un desarme. Había mucho que torear. La res le señaló por dónde estaba la puerta grande y Castella no supo recorrer el camino. Y, por si alguien dudó de la condición del animal, cuando el francés le bajó la mano, el astado admitió y llegó la única serie ligada y limpia de toda la faena. El diestro no podía más y con medio enemigo por torear se fue detrás del estoque ante la decepción general.
En el sexto, Castella se empeñó en refrendar la sabiduría popular. Con un toro feo y más dócil, cortó una oreja a base de arrimarse de forma casi insensata. Demasiado premio para un irregular trasteo. Con el bueno no pudo y con el otro, aceleró.
A pesar de que Vigoroso fue una excepción en un encierro muy manejable, la tarde fue entretenida, o bien se podría decir amusèe, pues los tendidos albergaron a numerosos paisanos de Castella atraídos por el rematado cartel de tres figuras. El Juli se encargó de poner el entretenimiento. Su aseada labor en el segundo, un anovillado garcigrande, careció de importancia. Fue en el quinto cuando el madrileño mostró una técnica envidiable para cuajar una faena completa, entretenida y que servirá de muestra para muchos principiantes. La estocada pudo valer por sí sola el trofeo. Sin embargo, es difícil de entender por qué un torero con valor y tremenda técnica prefiere torear hacia afuera y despegado. El resultado es el de ayer, entretiene y divierte, pero no emociona.
Abrió el cartel Enrique Ponce, quien decidió que ayer no era día para grandes esfuerzos. Con el peor lote, pensó que no debía apretar y despachó sin sobresaltos sus toros, pero su desgana en el cuarto le valió para abandonar el coso entre algunos pitos.
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