Con el vidrio por montera
La gran claraboya de la Escuela de Minas está en plena restauración
Uno de cada 100 euros invertido en las obras públicas acometidas anualmente en España los destina el Estado a la restauración, consolidación y conservación de bienes culturales. De tal cuota, 363.871 euros han sido destinados a remozar en Madrid, antes del comienzo del nuevo curso en octubre, la enorme montera de vidrio que junto a cuatro espléndidos torreones amansardados corona el edificio de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas, en la calle de Ríos Rosas. La actuación, emprendida por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno regional madrileño y asignada a la empresa pública Aproma que gestiona el denominado 1% cultural -porcentaje de los presupuestos públicos que se dedica a tal fin-, le ha sido encomendada a la compañía Kerkide.
El lucernario, de 200 metros cuadrados, se desmonta pieza a pieza
El inmueble cuenta con valiosas cerámicas de Daniel Zuloaga
El edificio de Ríos Rosas, del siglo XIX, alberga el Museo Geominero
Las obras se centran sobre un lucernario recuadrado por un perímetro de casetones de madera forrado de cinc, hoy andamiado, de casi 200 metros cuadrados de superficie, la mitad de cinc y la otra mitad de vidrio, que a modo de gran claraboya remata el patio central de la escuela superior. Bajo la enorme montera transparente se ilumina cada día el trasiego de centenares de aspirantes a ingenieros. Ocupan y disfrutan de un edificio de alto valor arquitectónico y ornamental, ideado en 1884 por el arquitecto burgalés Ricardo Velázquez Bosco, autor asimismo del Palacio de Cristal del Retiro, parque en el cual iba a ser inicialmente construida esta escuela minera madrileña. Velázquez Bosco, erudito formado en el historicismo, fue el pionero en España del empleo en la construcción de una mixtura de nacientes artesanías metálicas, cerámicas y del vidrio, como las que muestra el edificio, catalogado por su singularidad como Bien de Interés Cultural.
De planta rectangular, muros de ladrillo y caliza y con cuatro crujías, el edificio se ve jalonado en su fachada al norte por una soberbia logia con 10 columnas jónicas metálicas, con los intercolumnios acristalados; las fachadas al este y al oeste muestran dos paños de cerámicas de casi 50 metros cada uno, que contienen alegorías sobre la profesión ingenieril; fueron obra del gran ceramista Daniel Zuloaga y por su belleza y tamaño, son únicos en la ornamentación arquitectónica en Madrid. El subsuelo de la escuela alberga además la réplica de una mina de carbón.
Todo el conjunto se ve rematado por una singular montera vítrea, que ha sido objeto de esta actuación. La claraboya fue construida con vidrio armado -que contiene una malla de acero embebida en el vidrio- recién ideado entonces, en 1886, por el alemán Alfred Siemens.
Sobre un contorno perimetral de maderas revestidas de cinc, soportes de acero roblonado, es decir, atornillados, con forma de letra T y salpicados de rosetones de fundición, sujetan una serie de cerchas o costillas de acero que, a modo de huesos de un esqueleto, vertebran la estructura sobre la que se insertaron los vidrios ahora tratados. Su fuerte trama hace a este tipo de vidrio capaz de resistir lluvia, nieve, granizo e incluso piedra, pero la sensibilidad del maderamen y de las cuadernas ante la humedad y las infiltraciones ha obligado a acometer la restauración del lucernario al completo.
Así lo explica Cristóbal Vallhonrat, arquitecto que ya restauró parte de este mismo edificio 15 años atrás. En abril de 1982, la explosión de un artefacto colocado por la banda ETA en el edificio de Telefónica, situado enfrente, en la calle de Ríos Rosas, provocó una lluvia de metralla encima de la cubierta de la escuela. "Ahora hemos desmontado el conjunto de vidrio, madera y cinc pieza a pieza, para reponerlo y mantener su integridad monumental. Hemos impermeabilizado con una impregnación especial el perímetro de madera que cerca su contorno. Luego, hemos instalado nuevos rastreles, listones de madera; y, una vez reinstalados, sobre ellos colocamos nuevas planchas de cinc. Las costillas en forma de T, que son de acero, han sido tratadas contra las oxidaciones y sobre ellas hemos recolocado los vidrios armados primitivos, hasta el 80%; el 20% restante, que no pudimos recuperar, lo hemos sustituido con piezas nuevas". El arquitecto añade: "También conseguimos recobrar el color original de las cerchas metálicas, de tonalidad verde, y sus junturas las sellamos con siliconas especiales y con un cubrejuntas de cinc que impida infiltraciones indeseadas".
De proseguir todo sin contratiempos, Vallhonrat, con una decena de operarios a sus órdenes, dejará la obra culminada con el arranque del nuevo curso académico. Más adelante, anuncia el arquitecto, se acometerá la restauración de los cuatro torreones, que muestran decoraciones esculturales alegóricas al trabajo geominero con grandes figuras en piedra artificial. Numerosas esfinges y otros tantos grifos mitológicos proliferan en la ornamentación del edificio, puesto que la sabiduría y el poder telúrico, a los que respectivamente representan, son considerados como componentes esenciales de la ingeniería.
La escuela acoge asimismo el Museo Geominero Felipe de Borbón, bautizado así tras la visita del príncipe de Asturias girada al centro en 1988, año en que se celebró el bicentenario de la fundación, por Carlos III, de la primera escuela minera de España.
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