El Tour del cálculo y el 'fair play'
Contador alcanza su tercera 'grande boucle' a los 27 años, como Hinault y con solo un año más que Merckx
Sin ser el corredor más fuerte, sin tener la mejor dirección desde el coche, sin el mejor equipo, Alberto Contador hizo lo que todo el mundo esperaba de él y ganó su tercer Tour. ¿Se puede ser más magnífico?
Para celebrarlo, fingió una fuga en la última etapa, una serie de ataques a medias con Andy Schleck, el colega, el rival, el amigo, como si fueran dos niños jugando al pillar. Como premio, el director del Tour, Jean François Pescheux, bajó la ventanilla de su coche, les dio unas gominolas, una bolsa de ositos Haribo, al tiempo que por la otra ventanilla echaba la bronca a Armstrong y su equipo por lucir unos maillots negros con el número 28 en la espalda para recordar a los 28 millones de enfermos de cáncer que hay en el mundo. Los dos ciclismos que han vivido este Tour su pase de poderes, el viejo, simbolizado en el tejano, de 38 años, ganador de siete Tours, y el nuevo, el de los buenos sentimientos y la mala conciencia, se vieron las caras por última vez.
En el podio, donde su equipo fue premiado como el mejor, Armstrong se despidió; Contador, emocionado más que nunca, qué besos a la copa, dejó claro que habrá que acostumbrarse a seguir viéndolo. A los 27 años ganó su tercer Tour, con lo que igualó al belga Philippe Thys, al francés Louison Bobet, y al norteamericano Greg LeMond, el último que ganó el Tour antes de la llegada de Indurain. Para ellos tres, fue la culminación de su carrera, para Contador, un paso más en su ascensión. Por delante solo tiene a los cuatro ganadores de cinco Tours, Anquetil, Hinault, Merckx e Indurain, y al único con siete, Armstrong.
Ningún ciclista en la historia ha ganado solamente cuatro. Merckx, que llegó al tercero a los 26, es el único que lo logró más joven que el chico de Pinto. Hinault, como él, a los 27, Anquetil, a los 28, Indurain, a los 29, y Armstrong, a los 30. Es el 13º Tour ganado por un ciclista español -por delante, solo Francia, con 36, el último hace 25 años, y Bélgica, con 18, el último hace 34-, el quinto consecutivo para un español tras la era Armstrong, la quinta grande consecutiva para Contador, que también ha ganado un Giro y una Vuelta. No ha sido su victoria más espectacular, evidentemente. Ha sido, sobre todo, por encima de número y estadísticas que abruman por su carácter acumulativo, el Tour del cálculo y del fair play. "Y el del sufrimiento", dijo Contador desde el podio. "Ha sido un Tour muy duro en el plano físico y psicológico. Muy complicado. He sufrido muchísimo".
No es la primera vez que Contador, que disfruta de su carácter atacante, de su facilidad, cuando está en plena forma, para destacarse en la montaña, de su juego táctico basado en la intuición, necesita de otras soluciones para resolver un problema. El Giro de 2008, que ganó, como este Tour, sin imponerse en ninguna etapa, y al que llegó, como en este Tour, no muy bien preparado, fue un aprendizaje precioso. "En efecto, como en aquel Giro he tenido que ir midiendo los esfuerzos, concentrándome en los objetivos, administrando las fuerzas del equipo", dijo Contador. "He tenido que hacer una carrera más económica, más calculada. Hay veces en que se puede ser agresivo, otras conservador, como esta, y dejar el espectáculo de lado".
Pero lo que decantó definitivamente la victoria de su lado por solamente 39s -una diferencia ridícula tras casi 92 horas, una diferencia inferior a los 42s que Andy Schleck perdió en los 8,7 kilómetros del prólogo- fue su ascendente psicológico sobre el joven luxemburgués, que acabó siendo un rehén del español, según el concepto de Laurent Fignon, quien apuntó, además, que esa superioridad la consiguió jugando con el concepto de amistad con su adversario. Habla pues, del uso del fair play como arma estratégica, lo que, en todo caso, es un elogio a la capacidad del chico de Pinto para buscar soluciones insólitas a los problemas de siempre. En este sentido, el mensaje enviado vía YouTube cuando el problema de Schleck con su cambio fue determinante. Más que una rectificación a su media mentira de que no había visto nada, Contador le recordó que asuntos como la amistad están por encima de pequeños desacuerdos de carrera. "Eso se llama gran fuerza mental", se admira Fignon. "Con ella, supo adormecer a su adversario".
El dispendio durante todo el año de energía para vencer en carreras como la Vuelta al Algarve, la París-Niza, la Vuelta a Castilla y León o el Alpe d'Huez de la Dauphiné fue una de las causas barajadas por Contador para explicarse sus malos días en el Tour. "Pero una vez terminado, y ganado, no creo que tenga que cambiar mi preparación el año que viene. Seguiré intentando ganar todas las carreras que corra", dijo. Aunque a comienzos del Tour se daba por hecha su continuidad dos años más en el Astana, la última semana cobró más fuerza la posibilidad de su pase al equipo de Bjarne Riis, que tendrá un patrocinador potente pero perderá a los hermanos Schleck y a Cancellara.
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