Feria de San Fermín La vulgaridad a hombros
Por el bien de la plaza de Pamplona, lo mejor que le podía pasar es la creación de un decreto por el que los presidentes proclives a regalar orejas estuvieran en arresto domiciliario hasta pasada la feria. En sus casas podrían ver desde películas de Drácula hasta jugar al futbolín. Todo menos subirse a un palco presidencial a hacer un esperpéntico ridículo. No se pueden conceder dos orejas a El Fandi por una actuación vulgar. Tenía toro para dar y tomar. En banderillas no pasó de discreto, en comparación con actuaciones en años anteriores en esta misma plaza. Realizó una faena a toda prisa. Le faltó temple, gusto y sentimiento. Estaba hecho un autómata. Bien oportuna la reflexión del torero Luis Francisco Esplá: "Lo que ocurre en torno al toreo actual, no creo que sea tanto por culpa del torero, como del público, que se conforma con poco".
Ayer el presidente creyó ver o intuir un desgarro risible habitando los tendidos. Y al parecer, no pudo contener la risa. Soltó una metafórica carcajada y concedió las dos orejas más irrisorias que han podido darse en plaza de primera categoría. El Fandi en su segundo toro no pudo hacer nada porque el toro no valía, además resultó de una falta de fuerza y bravura abrumante.
A El Cid, ese torero que tantas tardes de gloria ha dado al planeta de los toros, con su toreo grande y hondo, ayer daba pena verlo vulgarizado en su primero y sin poder dominar a su segundo. No pudo con ese toro. Él, que en sus mejores tiempos hubiera ofrecido una tarde inolvidable, ayer, repito, daba lástima verlo deambular por el coso pamplonés. Da igual que ese público bizcochón le regalara una oreja. Para compensar o para engañar a la masa improvisó una máquina de troquelar pases con cintitas vulgaritas.
El torero albaceteño Miguel Tendero se sumó al carro de la vulgaridad. De sus dos faenas primó lo rutinario, lo espeso, la falta de dominio y la carencia de sentimientos. Sí, por ahí andaba una franela algo frenética, sosita, ramo de vulgaridad. Para completar sus dos insulsas actuaciones, y debido a los tropezones, al terminar los pases la muleta andaba por los aires a la altura preferida de pájaros y campanas.
Si anteayer aplaudíamos la actuación del presidente de la corrida cuando por medio de su asesor, Ignacio Usachi, no le otorgaba la segunda oreja a El Juli, ayer como por arte de birlibirloque, una faena vulgarísima se lleva el premio de las dos orejas. Comparativamente si a El Fandi ayer le dieron dos orejas, a El Juli le debieron dar dos orejas, el rabo y un par de patas. ¡Qué cosas!
Babelia
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