De orejas y bellezas

El ganadero Victoriano del Río debutó con buen pie en Pamplona. Los cuatro primeros toros tuvieron nobleza. Se movieron. Dieron juego como para haberles cortado las orejas. El quinto, de 600 kilos, tenía menos fuerza que sus hermanos. El sexto no humillaba, echaba la cara arriba. Era distraído y no se empleaba.

El Juli toreó muy bien a su primero, segundo de la tarde. Realizó una faena completa. Trenzó series de derechazos y naturales ligados. Toreo dominador de principio a fin. Mató de una estocada desprendida. El público pidió las dos orejas y el presidente, asesorado por Ignacio Usachi, un excelente y gran aficionado, dijo que con una oreja iba que chutaba (¿no les suena esta palabra en estos días a algo?). Acertó el presidente (acertó Usachi).

Los pases más templados salieron de las muñecas de Talavante

Además, para efectos bullangueros, la oreja se la regalaron en su segundo, quinto de la tarde, después de una faena insulsa y sin relieve. Una faena aparatosa como el ungüento. Después de una cogida, por culpa del propio El Juli, el público se ablandó y le llevó la oreja a la enfermería.

Respecto a Curro Díaz se cumplió el vaticinio de quienes lo veían como un torero de medias faenas. O sea, un apuntar sin disparar. Lanceó a sus dos toros con belleza y compás. Inició la faena con trincherazos de un gusto exquisito. Instrumentó derechazos ligados, cadenciosos, rematados con pases de pecho de muchos quilates. Volvió a los trincherazos, que los ejecutaba de maravilla. Belleza, belleza, belleza...

Pero la belleza en el toreo no es la misma belleza que vive en las flores, en las palomas y en los perfumes (tal vez los perfumes de las flores no son sino sus sentimientos). La belleza en el toreo debe ir unida indisolublemente con la hondura. No hay cosa más honda y bella como el duende ("esa habitación interior de la sangre", en boca de García Lorca). Lo dicho de ese primer toro, parece calcado para enjuiciar la labor de su segundo. Apuntó bruñidos muletazos. Fueron excelsos algunos de pecho. Desparramó varios trincherazos de cartel de toros. Puso belleza sobre la arena... Y otra vez estábamos ante una belleza huérfana de hondura. Para estropearlo todo, mató rematadamente mal.

Alejandro Talavante debió cortarle las orejas a su primer toro. En algunas series, tanto por la derecha como por la izquierda mostró una buena capacidad para el temple. Los pases más templados de la corrida estuvieron en sus muñecas de azúcar. No ganó trofeo alguno por su pobreza con los aceros. ¿Hondura, dónde estás?Feria de San Fermín

Séptimo festejo

El Juli, dos orejas y cornada en Pamplona