La tensión política se desboca en Italia
Una pelea a puñetazos e insultos en el Parlamento obliga a suspender la sesión - La manifestación de víctimas del terremoto de L'Aquila acaba con tres heridos
El gobernador de la región de Puglia, Nichi Vendola, que además de político es poeta, definió ayer al caer la tarde la jornada de tensión que vivió el país con la siguiente reflexión: "Está la Italia falsa de los sueños de Berlusconi y sus ministros, hecha de plástico y de platós televisivos, y está también la otra Italia, la verdadera y real, pacífica pero exasperada, que ya no confía en esta derecha en desbandada".
El aire que respira el país es de creciente rabia y desconfianza. Mientras Silvio Berlusconi y Gianfranco Fini terminan de ajustar cuentas y determinan la modalidad de su ruptura, las regiones amenazaban al Gobierno con devolver las competencias al Gobierno si no corrige el ajuste económico, y 5.000 víctimas del terremoto de L'Aquila se manifestaban en Roma para denunciar su abandono y reclamar exenciones de impuestos y una ley que garantice la reconstrucción de la ciudad.
Solo 27.000 de las 70.000 personas que quedaron sin techo han sido realojadas
La protesta reveló a muchos italianos una realidad escamoteada por meses de propaganda. El casco viejo de L'Aquila sigue siendo un cráter lleno de cascotes, la reconstrucción ni siquiera ha comenzado y la economía local ha desaparecido. Han cerrado 2.500 empresas y 1.500 talleres de artesanía. De las 70.000 personas que quedaron sin techo, solo 27.000 han sido realojadas por el Estado. De ellas, 18.000 viven en las viviendas nuevas entregadas por el Gobierno, y 9.000 siguen en hoteles o cuarteles.
En medio de una gran tensión, la policía reprimió con dureza a los manifestantes. Tres personas resultaron heridas. La protesta llegó hasta la puerta del palacio Grazioli, la residencia de Silvio Berlusconi, donde el primer ministro se encontraba reunido con la cúpula del partido para limar detalles de la ley mordaza. Bajo sus ventanas, los manifestantes gritaban "vergüenza, vergüenza", y "Berlusconi, has explotado nuestro dolor".
Los líderes de los partidos de la oposición, Pierluigi Bersani, del Partido Democrático, y Antonio di Pietro, de Italia de los Valores, se sumaron a la manifestación. "Lo que ha sucedido es inconcebible", afirmó Bersani. "La cortina mediática que ha ocultado las noticias sobre L'Aquila en estos meses ha oscurecido también nuestras protestas". Bersani recibió aplausos pero también críticas: "Vergüenza, bufón, nos habéis dejado solos, la oposición nos ha abandonado", le gritó un hombre. Di Pietro declaró: "La revuelta social contra este Gobierno sordo y ciego está estallando".
Entretanto, en la Cámara de Diputados la sesión tuvo que ser suspendida por una agresión colectiva a Franco Barbato, miembro de Italia de los Valores, que fue atacado por una veintena de diputados del Pueblo de la Libertad. Barbato acabó con un ojo morado en el hospital. Mientras intervenía, sus oponentes, muchos de ellos diputados de la desaparecida Alianza Nacional, el partido posfascista de Fini, se levantaron de sus escaños, le insultaron y le agredieron.
Se discutía el proyecto de ley sobre comunidades juveniles. Durante el debate, Francesco Barbato acusó a la ministra de Juventud, Giorgia Meloni, de financiar "a su corriente política y a presuntos jóvenes de 30 años". En ese momento, la diputada del PDL Barbara Saltamartini se acercó a Barbato junto a otros colegas, increpándole. El líder de los diputados de IDV, Massimo Donadi, declaró: "Hemos asistido a una agresión de masa de tipo fascista".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.