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Reportaje:ECONOMÍA GLOBAL

Marruecos, vocación de país emergente

La economía del reino avanza entre la modernización, el libre mercado y el atavismo de su régimen

El Reino de Marruecos tiene dos caras cada vez más marcadas: por un lado, es uno de los países islámicos más aperturistas e implicados en un proceso de modernización y adaptación a los tiempos; por otro, es un país anclado a un régimen autárquico en el que, a pesar de la pátina decorativa que le dan la Constitución y su proclamada separación de poderes, el grueso del peso político continúa en manos de una sola persona.

Hablar con los ministros de este país implica un ejercicio de matizaciones: la libertad de prensa es en realidad una libertad orientada de prensa, los sindicatos son en realidad los sindicatos del Estado, la independencia del poder judicial lo es de un poder judicial cuyo Tribunal Supremo está presidido por el jefe del Ejecutivo, esto es, el rey Mohamed VI.

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Con sus contradicciones, el Gobierno de Marruecos acomete actualmente una batería de políticas sectoriales dirigidas a mejorar las infraestructuras, los derechos y libertades, el desarrollo social, la economía sostenible... En definitiva, a modernizar el país y presentarlo ante los países desarrollados como un destino inversor apetecible.

En su punto de mira más inmediato está España, a quien consideran "el perfecto socio económico", en palabras del presidente de la patronal marroquí (CGEM), Mohammed Horani, "por su cercanía geográfica, no más de 14 kilómetros entre los puntos más próximos del Estrecho, y por la identificación cultural, en muchos aspectos, entre ambos países".

Actualmente hay en torno a ochocientas empresas españolas asentadas en Marruecos, pero del volumen total de inversión de España en el resto del mundo apenas un 1% recaló en este país el año pasado, y es que la práctica totalidad de la inversión española proviene de pequeñas y medianas empresas. Marruecos debe superar una rémora que impide una negociación fluida entre ambos países: la percepción exterior de que no garantiza la suficiente seguridad jurídica. Una sensación que, según Horani, "irá cambiando cuando se difundan las buenas experiencias" de todas las empresas que se han instalado en su país.

El Gobierno marroquí no ha descuidado el resto de sus deberes o, lo que es lo mismo, el resto de los factores indispensables para atraer inversión y, en definitiva, modernizar el país. La zona de libre comercio con la Unión Europea entra en vigor en dos años y liberará los aranceles de algunos sectores clave, como el agrícola. Marruecos ha firmado también tratados con Estados Unidos y países sudamericanos y árabes. El ministro de Economía y Hacienda, Salahdine Mezouar, afirma sin vacilar que será, de aquí a diez años, "uno de los países emergentes" en la línea de Brasil o India.

Los mayores esfuerzos recaen en las infraestructuras. En la actualidad, casi mil kilómetros de autopistas unen Casablanca, motor económico del país, con Tánger, Tetuán y otras ciudades. Su reto es duplicar esta extensión para 2015. El plan de mejora de la red ferroviaria haría palidecer a muchos países europeos. En los próximos cinco años proyectan tender vía para un tren de alta velocidad que comunique, una vez más, Tánger con Casablanca, con una inversión de 1.800 millones de euros. Preguntado por la posibilidad de que un medio de transporte así pudiera aumentar la ya de por sí dilatadísima brecha entre clases sociales, el ministro de Fomento y Transporte, Karin Ghallab, asegura, sin concretar cuáles, que "habrá programas de precios adaptados para que la gran mayoría pueda acceder". Otros 1.200 millones de euros se destinarán a renovar la red viaria del país.

No es casual que los principales planes de infraestructuras pasen por Tánger. En palabras del Gobierno marroquí, "este será el nuevo foco económico de Marruecos". Por lo pronto, el puerto Tánger Med, una obra colosal que, aunque sus responsables lo nieguen categóricamente, competirá con el de Algeciras por el tráfico de mercantes, está alumbrando otra zona de mayores dimensiones adjudicada a empresas francesas, belgas e italianas cuyas obras terminarán en un año. Tendrá capacidad para la circulación de siete millones de pasajeros y 700.000 camiones, y podrá albergar ocho millones de contenedores.

El potencial económico de Tánger está apoyado además por el aeropuerto internacional y la zona Franca, que atrae inversión con jugosos incentivos como la exoneración del impuesto de sociedades durante los primeros cinco años y de los rendimientos de trabajo durante diez más.

El resto de las políticas sectoriales está dirigido a fomentar el turismo (Marruecos recibió 8,3 millones de visitas en 2009 y espera llegar a un millón más este año), la agricultura, con planes de financiación y reagrupación de cultivos, y las energías renovables, entre las que destaca el proyecto de un campo de placas solares de 10.000 hectáreas que estará terminado en 2019. Este es un punto que se han tomado muy en serio, conscientes de la acuciante desertización que sufre el país. El cuidado del entorno está presente en todas sus políticas sectoriales, que incluyen el añadido "sostenible". El ministro de Turismo, Yassir Zenagui, lo dejó claro: "Tener a España tan cerca nos ha inspirado, pero también nos ha enseñado qué errores no debemos cometer".

Un muelle de atraque del nuevo puerto Tánger Med
Un muelle de atraque del nuevo puerto Tánger MedCGEM

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