_
_
_
_

Bettencourt estrecha el cerco sobre el ministro de Trabajo de Sarkozy

"No tengo problemas en que investiguen", dice la mayor accionista de L'Oréal

Antonio Jiménez Barca

Sentada en un sillón de su mansión de Bretaña, con zapatillas de deporte blancas, apareció ayer en la televisión Liliane Bettencourt, de 87 años, la mujer más rica de Francia, la accionista de referencia del imperio L'Oréal, protagonista de un turbio enredo de herencias y cuentas suizas que ha salpicado (y salpica cada vez más) al ministro de Trabajo francés, Eric Woerth. "No tengo ningún problema en que investiguen", aseguró la anciana millonaria, aquejada de una notable sordera, a las preguntas -en voz muy alta y muy despacio- que sobre las pesquisas que el fisco francés realizará sobre el estado de sus finanzas le hizo la famosa periodista Claire Chazal.

Grabada el miércoles, y sin revelaciones importantes, la entrevista se emitió en un día comprometido: ayer Woerth, cada vez más acosado, tuvo que salir al paso de tres nuevas informaciones que estrechan más el cerco sobre el conflicto de intereses que le envuelve y que se resume así: su mujer, Florence, trabajó durante años como asesora financiera de Bettencourt, poseedora de dos cuentas opacas en Suiza, precisamente cuando Woerth era ministro de Presupuesto y encargado de luchar contra el fraude fiscal.

La mujer de Woerth vigilaba las cuentas suizas de la mujer, según la prensa

El periódico digital Mediapart adelantó que Bettencourt recibió del fisco una devolución de 30 millones de euros en 2009 por el denominado "escudo fiscal", esto es, una medida impuesta por Sarkozy que impide que cualquier contribuyente (aunque afecta sobre todo a los más ricos) pague, en impuestos, más de la mitad de sus ingresos. Es decir, la devolución de Bettencourt es legal. Pero ¿lo sabía Woerth? ¿Desconocía -como asegura desconocer todo sobre la fortuna de la millonaria- que el departamento que dirigía le había devuelto a una cuenta bancaria tal suma? Él aseguró ayer que nunca firmó el aval para tal devolución, pero hay muchas voces que comienzan a dudar.

Además, Le Monde reveló ayer también que Woerth cenó con la anciana millonaria el 30 de enero en el palacete de los Bettencourt en Neuilly, a las afueras de París. Tampoco en este caso, evidentemente, hay nada ilegal pero refuerza la acusación del conflicto de intereses.

La tercera de las acusaciones del día (no hay jornada sin revelación) llegó desde Suiza. La Tribune de Ginebra, citando a un banquero que no quiere dar su nombre, asegura que la mujer del ministro "acudía a Suiza asiduamente para vigilar y controlar las cuentas de Bettencourt, no a ver el famoso surtidor de agua, y eso era imposible que Woerth, su marido, no lo supiese". Una persona relacionada con Woerth replicó a la agencia France Presse que el ministro no respondía a "acusaciones anónimas" y que, en todo caso, ese artículo demostraba hasta qué punto la política antifraude de Woerth cuando era ministro de Presupuesto (desde 2007 a 2010) molestó a ciertos suizos.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

De cualquier manera, obligado a salir al paso cada día a desmentir -o no- esta u otra acusación, la carrera política de Woerth (hasta hace semanas uno de los ministros favoritos de Sarkozy) se debilita por momentos. Hace meses, se le llegó a ver como un sólido futuro primer ministro. Ahora, a pesar de que el jefe del Estado le apoya en público, muchos hacen apuestas sobre cuándo, cómo o con qué último escándalo caerá.

Con todo, la anciana se refirió en la entrevista a los otros personajes de este culebrón de dinero, poder y explosivos odios familiares que hipnotiza a la sociedad francesa. Sobre su relación con la hija, que ha denunciado al fotógrafo François-Marie Banier, amigo de la madre, por aprovecharse de la riqueza de la anciana, negó haber recibido presiones de él para que le entregara dinero, y añadió: "Entiendo que mi hija sienta celos. Es una sensación normal. Yo también sentía celos cuando alguien se acercaba a mi padre". A la pregunta de si era consciente de que contaba con varias cuentas opacas en Suiza respondió vagamente: "Bueno, nosotros tenemos muchos negocios en el extranjero, tiendas, edificios..."

Liliane Bettencourt (izquierda), durante la entrevista concedida al canal de televisión TF1.
Liliane Bettencourt (izquierda), durante la entrevista concedida al canal de televisión TF1.REUTERS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_