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Sarkozy anuncia un reajuste del Gobierno para otoño

El presidente francés juzgará a los ministros por su conducta

Antonio Jiménez Barca

En una reunión con diputados de la mayoría parlamentaria de centro-derecha que le respalda en la Asamblea Nacional, Nicolas Sarkozy anunció ayer que piensa reformar el Gobierno en otoño. Y añadió una enigmática frase con tufillo de amenaza que algunos de estos diputados recordaron en cuanto salieron de la reunión: "Y tendré en cuenta el comportamiento de algunos ministros". ¿A qué o a quién se refiere Sarkozy? ¿Estaba pensando en su actual ministro de Trabajo, Eric Woerth, zarandeado ahora en medio de una tormenta política y mediática tras saberse que su mujer asesoraba a la hipermillonaria Liliane Bettencourt, propietaria de varias cuentas opacas en Suiza? ¿Se refería a otros ministros o secretarios de Estado, algunos acusados de gastar una fortuna en puros, otros de utilizar un avión privado para viajar, otros de pastelear con el apartamento oficial dejándoselo a los parientes? ¿A todos en general? ¿A ninguno en particular?

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Por lo pronto, Sarkozy deslizó un dato clave: la reorganización del Gobierno se producirá después de la aprobación, en el Parlamento francés, de la polémica reforma de las pensiones, que incluye el aún más polémico retraso de la edad legal de jubilación. Al frente de esta reforma se encuentra, precisamente, el ministro de Trabajo, Woerth, que hasta que saltó a la luz el trabajo de su mujer -gracias a unas grabaciones furtivas del mayordomo de la anciana millonaria- estaba considerado como un serio aspirante a suceder en el cargo al actual primer ministro, François Fillon.

Con todo, Sarkozy defendió ayer a su ministro de Trabajo ("es la honestidad hecha hombre") y pidió a sus diputados que lo hagan también, asegurando que los ataques a Woerth son consecuencia de su misión con las jubilaciones: "Si no condujera la reforma, no se le reprocharía nada. (...) Si le dijera a Eric que debe irse, eso sería admitir que hay algo que reprocharle".

A juicio del diputado Bernard Debré, Sarkozy mencionó algunos episodios recientes que, a juicio del presidente de la República, "son inaceptables": Christian Blanc, secretario de Estado encargado del desarrollo de París y sus alrededores, se gastó 12.000 euros del erario público en puros en 10 meses. Y el secretario de Estado de Cooperación, Alain Joyandet, hace unos meses, utilizó un jet privado para dar una conferencia en la Martinica. Gastó 116.000 euros.

Con el ojo puesto en las elecciones presidenciales de 2012 y tras la derrota en las regionales de marzo, hay muchos diputados que aseguran que el cambio del Gobierno en otoño era algo cantado y de manual. La intención de Sarkozy, según estos parlamentarios, sería la de formar un Gobierno muy político para afrontar con garantías el periodo preelectoral, un Gobierno más coriáceo, muy fiel y muy unido en torno al líder, sin versos sueltos (Bernard Kouchner, actual ministro de Asuntos Exteriores, proviene de la izquierda, por ejemplo).

Mientras, la presión aumenta sobre el ministro Woerth, que también es tesorero de la UMP, el partido de Sarkozy, que promocionó en la última reforma ministerial, justo después de las elecciones regionales. De ministro de Presupuesto pasó a serlo de Trabajo. El Partido Socialista francés (PS) ya ha solicitado que una comisión de investigación parlamentaria estudie las relaciones entre él y la millonaria Bettencourt. Las voces que se levantan no están solo en la izquierda: la ministra de Economía y Hacienda, la muy considerada Christine Lagarde, reclamó una "clarificación en esto que parece un conflicto de intereses". Dominique de Villepin, ex primer ministro con Jacques Chirac, tras criticar "toda cacería al hombre", matizó: "Hay una incompatibilidad entre el cargo de tesorero de un partido y el de ministro".

El ministro Eric Woerth, el martes en la Asamblea Nacional francesa
El ministro Eric Woerth, el martes en la Asamblea Nacional francesaAFP

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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