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Columna
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Y de repente, a pactar

Cuando el decreto de la reforma laboral fue convalidado por el Congreso, gracias a la abstención del 49% de la cámara, la mayoría de los observadores certificó la soledad del Gobierno. Ya habían fracasado los intentos de pacto educativo con el PP, y los nacionalistas catalanes evitaron in extremis, con su abstención, el naufragio del ajuste presupuestario comprometido con Bruselas. Todo parecía suspendido al momento de una derrota importante del Ejecutivo y, en ese caso, Rodríguez Zapatero se convertiría en el "cadáver" político augurado por Duran i Lleida, portavoz de CiU en el Congreso.

Y de repente, un pacto entre el Gobierno y el Partido Popular. A cuenta de la energía. No es una cuestión técnica, sino de política económica, porque parte de la salud económica está en función de las decisiones energéticas, en un país tan dependiente. Lo anunciado el jueves parece solo un comienzo y ya se verá si llega lejos o encalla pronto, pero de momento es una fisura en el bloqueo político al que ha estado sometido este país.

Desde que hay elecciones generales, siempre han votado más de dos tercios de los ciudadanos convocados

Un bloqueo alimentado por muchos tremendismos. Incluso actitudes tan individuales como la de Antonio Gutiérrez han sido probablemente mal interpretadas. Como convocante y organizador de la mayor huelga general realizada en este país durante la democracia, su abstención frente a la reforma laboral no era más que coherencia personal. Su efecto práctico es un posible descuento en la nómina (en forma de multa), como les pasa a los demás huelguistas del común. Tienen poco fundamento las suposiciones de que otros muchos diputados habrían querido actuar como el ex secretario general de Comisiones Obreras. Y es que estamos llegando al tiempo de las cosas serias: Zapatero se presentará o no a una nueva elección, pero el Partido Socialista, en su conjunto, aspirará a mantenerse tan fuerte como pueda en la oposición venidera o en una hipotética coalición futura de gobierno. A su vez, el Partido Popular difícilmente tendrá éxito en el poder -si consigue recuperarlo- manteniendo el bloqueo al que había jugado hasta hace escasas semanas. Por eso ha "dejado hacer" en una reforma laboral con la que se declara disconforme -como CiU, PNV, UPN, UPyD. Por supuesto que el PP calcula cuánto se va a abrasar Zapatero con una reforma tan impopular, mientras los nacionalistas vascos y catalanes piensan en los precios que pueden cobrar al Gobierno por los servicios que este pueda necesitar para su propia estabilidad.

Ahora bien, los ciudadanos necesitan explicaciones. Desde que hay democracia, siempre han votado por lo menos dos tercios largos de los españoles esperados en las urnas, los días de elecciones generales. Pero no es posible seguir los incontables virajes, los tacticismos y, en general, el hacer o decir una cosa hoy y ya veremos si lo sostenemos mañana. A este paso, los que van a terminar absteniéndose -por incapacidad para entenderlo- son los ciudadanos, que hasta ahora no lo hacen. Por lo menos, no tan masivamente como sus representantes.

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