Encuentro con la ZAM
La primera vez que me encontré con una ZAM fue en el otoño de 2008, en el cruce de Aragó con Vilamarí. No vayan a suponer que fuera nada erótico. Se trataba de un modesto enrejado amarillo pintado sobre el asfalto de la calzada, justo antes del paso de peatones, con un visible pictograma en medio de un motorista encasquetado. Supe después que el nombre de la cosa era zona avanzada para motos, una de las primeras que el Ayuntamiento, siempre tan aficionado al acrónimo, instaló de forma experimental y que luego ha implementado por el centro de la ciudad. Mi condición de conejillo de Indias me avala, pues, para opinar sobre este asunto.
Debo decir que, desde el primer día, tanto yo como mi hijo pequeño, a quien por entonces aún acompañaba al cole, nos sentimos confortables en ese espacio. Los coches te quedan a cierta distancia, ves bien a los peatones y cuando el disco cambia sales cómodamente el primero, que es lo que siempre hacemos los motoristas, aunque con más riesgo cuando no hay ZAM. Dicho de otro modo, me pareció un gesto amistoso hacia la comunidad motera de la ciudad, que no es ninguna broma: 199.407 en 2009, el 22,4% de los vehículos que circulan por Barcelona, según datos municipales (una de las mayores tasas europeas). Es cierto que el índice de accidentes de la motocicleta / ciclomotor es todavía alto: más de 7.000 en el periodo de referencia, en el que se vieron involucrados, ojo al dato, un 38% de motoristas recién llegados del coche a las dos ruedas, esto es, con permiso de clase B: está claro que esa fue una mala medida.
Las ZAM no pueden colocarse en todas partes, solo en calles con carriles de 2,5 metros de ancho, que dejan espacio suficiente para avanzar entre coches parados hasta la zona pacificada. Siempre y cuando, claro está, uno no monte una Harley como las que han invadido la ciudad este fin de semana, porque con tanta maleta de tachuela y tanta estribera y retrovisor cromado, no hay quien haga pasar a la burra por allí. Y ya puestos a faltones, añadamos que la pintura de la mayoría de las ZAM se ha degradado en este tiempo hasta casi desaparecer. Este verano convendría darles una mano para que una buena iniciativa no sucumba a la desidia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.