Adiós, Saramago
José Saramago soñó una federación ibérica y un mundo alternativo a este que nos queda abandonado a su suerte, presa del mayor depredador de la naturaleza: el mercado. El mundo que soñó es, hoy más que nunca, necesario y posible; porque, aunque el león sigue vivo, ya se manifiesta como la fiera acorralada que es y, aunque en su agonía ha de llevarse medio mundo por delante, al final caerá abatido víctima de sus propias contradicciones, de su infinita avaricia.
Dentro de una década o dos, cuando la bestia acabe de morir, habrá que reconstruir este mundo con otros mimbres, y algunos de esos mimbres son la herencia que nos deja José Saramago a los hombres ciegos, capaces de ver pero aún reacios a mirar. Pero no está lejano el día en el que recobremos la sabiduría; no nos va a quedar otro remedio.
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