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CÁMARA OCULTA
Columna
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Atípico Iquino

Se celebra estos días el centenario de Ignacio F. Iquino, personaje peculiar, ambicioso, admirable, pícaro. Fue productor, director, guionista... a menudo añadiendo a su natural destreza buenas dosis de repelente oportunismo. Hábil para mil tareas, comenzó por rodar películas durante la Segunda República, una de las cuales, inspirada en el célebre atentado al expreso de Andalucía de 1924, fue prohibida porque, según contó él mismo, "uno de los personajes reales de la historia, homosexual, tenía relaciones con cierto ministro". Dobló la primera película al catalán (El Judas, 1952), aunque no le permitieron exhibirla; adaptó al dramaturgo Buero Vallejo (Historia de una escalera), hizo musicales, vodeviles, películas de contenido social o de género policiaco, propició las dobles versiones con escenas de desnudo para la exportación (Aborto criminal, La caliente niña Julieta), y pasó por el spaghetti western bajo diversos seudónimos.

Es difícil encontrar un tipo tan versátil, aunque realizara más de un espanto

Iquino creó estudios cinematográficos y cuanto le viniera bien para su negocio; en Barcelona le apodaban tendero del Paralelo. Cuentan que, como los negativos de sus películas llegaron a ocupar mucho sitio en el almacén, terminó vendiéndolos a una fábrica de peines y botones para que utilizaran la pasta del celuloide, así que quizás usted se haya abrochado la camisa con una secuencia de una película perdida para siempre. Amante del cine y empresario ambicioso, Iquino fascina tanto como es discutido. Fue un tipo de cuando en el cine español estaba todo por hacer. No le importaron las crisis ni la competencia de Hollywood. Se remangó y tiró para adelante. Escribió más de 100 guiones y dirigió la mayoría de ellos; produjo para sí mismo y para muchos otros, escribió para el teatro... Difícil encontrar en el cine de hoy un tipo tan versátil y creativo... aunque realizara más de un espanto. Ahora lloverán los homenajes.

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