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La Unesco aplaza el premio Obiang por la presión internacional

El organismo busca una vía para "no humillar" al dictador guineano

Antonio Jiménez Barca

La encendida polémica levantada a propósito de un premio científico amparado por la Unesco con el nombre (y el dinero) del presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, ha hecho que la organización internacional con sede en París se replantee el asunto y, en una reunión de su Consejo Ejecutivo celebrada ayer, decida dejar en suspenso la concesión de la controvertida mención hasta que se encuentre una solución "que no humille mucho a Obiang pero que salve el buen nombre de la Unesco", según uno de los participantes en la reunión. La cuestión, pues, queda pendiente hasta octubre, fecha de la siguiente reunión del Consejo Ejecutivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El dictador donó 2,43 millones de euros para financiar el galardón

En 2008, el dictador Teodoro Obiang Nguema, de visita en París, anunció en la Unesco su intención de donar tres millones de dólares (2,43 millones de euros) para crear un premio científico anual. La mitad de la donación se emplearía en recompensar a los premiados. La otra, en organizar y gestionar la estancia y las deliberaciones del jurado. Habría tres premiados por año, a razón de 100.000 dólares (81.000 euros) cada uno. En principio, la donación iba a durar para cinco ediciones del premio. Una de las condiciones de la Unesco fue que ella se encargaría de elegir los miembros del jurado; una de las condiciones del mandatario africano era que llevara su nombre. Así, el 17 de noviembre se instauraba el Premio Internacional Obiang Nguema Mbasogo "en reconocimiento a los logros científicos que mejoran la calidad de la vida humana".

Todo pasó más o menos inadvertido hasta que hace un mes, cuando el premio se publicitó y quedaban menos de 30 días para que fuera concedido, saltaron las primeras críticas. Diversas organizaciones internacionales relacionadas con los derechos humanos, como Amnistía Internacional o Human Rights Watch, denunciaron que el premio servía, entre otras cosas, "para mejorar la mala reputación de un déspota cruel y corrupto". Para estas organizaciones, este premio era, cuando menos, una ironía amarga que lavaba la cara a alguien que gobierna dictatorialmente desde 1979, que se hace reelegir regular y abrumadoramente en una farsa electoral denunciada repetidamente y que ha acumulado una escandalosa fortuna a base de beneficiarse del petróleo sobre el que se asienta parte de su país.

Tras estas organizaciones, el arzobispo sudafricano y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu también criticó el premio: "El pueblo de Guinea Ecuatorial debería compartir la riqueza generada por el petróleo, pero sigue en la pobreza y la opresión mientras el presidente y sus allegados viven en el lujo y el derroche". A estas críticas se sucedieron otras de países miembros como Estados Unidos o Francia, de personalidades premiadas por la Unesco en otros galardones o, incluso, de los propios miembros del jurado.

Así, ayer, en la reunión del Consejo Ejecutivo, la directora de la Unesco, la búlgara Irina Bokova, elegida en septiembre de 2009, aseguró que la institución que dirige "no puede ser ajena ni sorda ni indiferente a esas críticas". "No son solo opiniones de fuera; también las hay de personas de nuestra propia organización", añadió.

El representante de Guinea Ecuatorial manifestó que se debían respetar los acuerdos alcanzados y no responder a las presiones de "lobbies más o menos interesados". China y varios países africanos recordaron también que el premio era fruto de un acuerdo.

"Al final, se buscará una fórmula del tipo Premio África, en el que intervengan más donantes, en el que se difumine el nombre de Obiang, de manera que no se le humille excesivamente y los países africanos queden satisfechos", añadió este participante en la reunión del Consejo Ejecutivo.

Teodoro Obiang Nguema, durante una conferencia en Suiza.
Teodoro Obiang Nguema, durante una conferencia en Suiza.AP

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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