Austeridad o crecimiento
El dilema entre los drásticos planes de ajuste de Europa y el mantenimiento de los planes de estímulo en EE UU marca la política económica
Ronald Reagan creía que las nueve palabras más aborrecibles que se pueden pronunciar son estas: "Soy del Gobierno y he venido a prestarles ayuda". Su legado y el de Margaret Thatcher inauguró una era que ha dominado la política económica durante 30 años con un lema claro y sencillo, aquel más mercado y menos Estado que acabó abrasando incluso la socialdemocracia. En estas llegó la crisis y en apenas tres años lo puso todo patas arriba: el Estado salvó a los mercados, el péndulo se fue justo al extremo contrario, el Fondo Monetario Internacional (FMI) desenterró a un tal Keynes y hasta los bancos miraban hacia otro lado cuando los políticos amenazaban con la refundación del capitalismo, con volver a regular los mercados para ponerlos en vereda.
Zapatero: "Íbamos a reformar los mercados y ellos nos han cambiado a nosotros"
Atajar el déficit con menos gasto puede frenar la economía, dicen los analistas
Los expertos critican que los Gobiernos se dejen llevar por los mercados
El recorte de gastos alemán puede traer la recesión a Europa, dice de Grauwe
"La confianza no volverá por reducir el déficit", dice Pastor, del IESE
La Reserva Federal compra mucha más deuda pública que el BCE
Evidentemente, esa etapa toca a su fin. "Íbamos a reformar los mercados y los mercados nos han reformado a nosotros", aseguró el presidente Zapatero tras presentar un drástico plan de recortes para calmar los ataques de los inversores, inquietos con la posibilidad de que España, junto con varios países europeos, pueda incumplir sus compromisos. Hace un año, los bancos eran el problema; ahora el problema son los Estados, su deuda pública. Una deuda que, paradójicamente, los Gobiernos se vieron obligados a acumular para salvar a los mismos mercados que ahora atacan duro.
La política económica está en una encrucijada. Esta vez el dilema no es exactamente mercado o Estado, pero se le parece. Austeridad o crecimiento, esa es la cuestión. Ajustarse el cinturón para reducir los enormes déficits públicos o perseverar en las políticas de estímulo hasta que el crecimiento económico vuelva a ser lo suficientemente robusto. Alemania ha hablado: Europa opta por el culto a la austeridad. Estados Unidos, por mantener los estímulos. La receta que demuestre más efectividad marcará el equilibrio de poder de los próximos años en el mundo mal llamado desarrollado. Pero a día de hoy no hay consenso. Ni nada que se le parezca.
- Los tumbos del FMI. El Fondo, y no solo el Fondo, llevaba muchos, muchos años cegado por los destellos del libre mercado, convencido de los mecanismos autoestabilizadores de los "mercados eficientes". Con la crisis y bajo el ascendente de un socialista francés -Dominique Strauss-Kahn-, se olvidó de su ortodoxia y aconsejó activismo fiscal para evitar una Gran Depresión. Ahora está tan despistado como la mayoría: hasta hace nada aún advertía de que una salida prematura de los estímulos perjudicaría la recuperación, pero en las últimas semanas combina ese mensaje con la necesidad de acelerar la consolidación fiscal. Es decir, se apunta al culto a la austeridad, pero también a la medicina contraria. "El Fondo ha vuelto a esas políticas de austeridad que usaba en los países emergentes, que no funcionan. Vuelve a correr detrás de los mercados", critica Raj Patel, autor de Cuando nada vale nada (Los libros del lince). Patel pensaba hasta hace poco que la recesión era la forma de enseñar al mundo un poco de economía. "La pura verdad es que lo que regresa otra vez es esa apoteosis de la supuesta racionalidad de los mercados".
- Europa y el calvinismo. Los expertos consultados coinciden en el enorme peligro de que unos mercados financieros que se han vuelto excesivamente cautos (tras años de tomar excesivos riesgos) fuercen a los Gobiernos a tomar la puerta de salida de los estímulos fiscales tal vez demasiado pronto. "Las medidas de austeridad representan una vuelta a la economía prekeynesiana, a Hoover en EE UU, a la victoria de los halcones antidéficit en Europa. Todo conduce a ese viejo error de reducir el gasto público y subir los impuestos mucho antes de que la economía se haya recuperado. Ese resurgir del conservadurismo está directamente relacionado con la fuerza de los intereses financieros, los mismos que nos metieron en la crisis en 2007. Callaban cuando fueron rescatados, pero ahora dictan la política en toda Europa, incluido Reino Unido. Ese calvinismo tan alemán de la austeridad es extremadamente peligroso en estos momentos y puede conducir a Europa a un largo, largo estancamiento", vaticina Costas Lapavitsas, del think tank londinense Research on Money and Finance.
Toda Europa parece correr detrás de una fórmula que se basa en drásticos recortes mezclados con las promesas de mejorar la competitividad combinando bajos salarios y reformas del mercado de trabajo y las pensiones en una dirección: más recortes. Grecia es el ejemplo más evidente. Se trata de la receta alemana: "Pero si Alemania quisiera de veras rescatar el euro y que esas medidas funcionaran en otros países, debería tomar el camino contrario al túnel al que conduce ese ajuste drástico", critica Lapavitsas. "La aplicación universal de recortes drásticos va a exacerbar los desequilibrios que existen en el corazón de la eurozona", sentencia.
- Norte y Sur. Paul de Grauwe, profesor de la Universidad de Lovaina, asegura que si un único país adopta medidas de austeridad eso no es mayor problema, "pero si Alemania obliga a toda Europa a hacerlo está condenando a la UE a una recaída a la recesión". El Nobel Paul Krugman ha calificado los planes europeos de "masoquismo". Pero en Europa conviven dos visiones: "En el Norte se cree que el dilema entre austeridad y crecimiento es falso: esa visión se basa en que los planes de austeridad de hoy permitirán el crecimiento de mañana porque devuelven la confianza a los mercados. La periferia de Europa ha aplicado los ajustes por obligación, pero en el fondo el Sur de Europa piensa que aplicar ajustes para reducir el déficit tendrá efectos sobre la demanda y precipitará a la eurozona a una nueva recesión. Comparto esa segunda vía sureña", asegura De Grauwe en una entrevista con este diario.
- Alemania o EE UU. La crisis fiscal es evidente en Europa, pero esconde otros problemas: serios desequilibrios en la balanza comercial, países con enormes superávits (encabezados por Alemania y Holanda, con un gran potencial exportardor) y países con déficits sensacionales (España y Grecia, por ejemplo, que importan más de lo exportan desde la noche de los tiempos). En el mundo ocurre lo mismo, con China y EE UU a ambos lados de la balanza comercial. "Los planes de austeridad y las reformas estructurales son una forma de que economías como la española o la griega reduzcan esa brecha. Si Alemania hace incomprensiblemente lo mismo, condena a toda Europa a una década perdida. EE UU está actuando con mayor pragmatismo. Pero si Alemania no incentiva el consumo, será imposible hacer ese reajuste en Europa", señala Vicente Pallardó, analista de coyuntura del Instituto de Economía Internacional.
Alfredo Pastor, del IESE, atribuye ese fetichismo del déficit que se va instalando en toda Europa "a la pura superstición". "Los Gobiernos creen que así se ganarán la confianza de los mercados. Cuando alguien está muy endeudado, sus prestamistas deciden su futuro. Eso le ocurre a Europa: los prestamistas deciden la política económica, los mercados han prestado mucho dinero a los Gobiernos y ahora reclaman el cetro de mando; la confianza no va a volver así como así", remacha.
- El BCE y los halcones. El Banco Central Europeo (BCE) desempeña un papel fundamental en esta historia. Su gestión es más heterodoxa que nunca, y sin embargo la política monetaria sigue siendo restrictiva: no hay crédito a pesar de las compras de bonos, a pesar de la barra libre de liquidez, a pesar de todas las medidas para ayudar a la banca. Al final, "su política no es lo suficientemente laxa: deberían acercar los tipos de interés al 0%, comprar más bonos, ayudar a debilitar el euro", aconseja esta semana el economista Nouriel Roubini, el gran gurú de la crisis. Pallardó sugiere que los halcones del déficit siguen mandando en el BCE, a pesar del salto dramático que supuso la compra de deuda pública. "La Reserva Federal ha comprado centenares de miles de millones de dólares en deuda pública, mientras que las cantidades del BCE son mucho más modestas. ¿La razón? Esa es la forma de poder de obligar a hacer ajustes más drásticos y reformas a los países del Sur, que de otra manera se resistirían a encajar ese duro golpe", dice.
- Las dudas y la reencarnación. El Nobel Joseph Stiglitz lo tiene claro: "Europa va directa al desastre si continúa con la manía de la austeridad", una opinión que comparte con Krugman. El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, tampoco tienen dudas, pero en sentido contrario: "Es una completa falacia decir que la consolidación fiscal reduce el crecimiento. Es exactamente al contrario. Es la ausencia de credibilidad fiscal lo que reduce el crecimiento". EE UU, de momento, opta por la vía Krugman-Stiglitz; Europa entera, en plena crisis fiscal, parece fiarse de Trichet. Aunque en realidad la inspiración tal vez no sea Trichet. Uno de los asesores económicos de Bill Clinton decía: "Antes pensaba que me gustaría reencarnarme como presidente o como jugador de béisbol. Pero ahora quiero reencarnarme en el mercado de bonos. Así puedo intimidar a cualquiera".
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