Felipistas, guerristas y adanistas
Ya hay dos teorías circulando en el PSOE para interpretar y sacar conclusiones del emotivo acto del jueves en el Congreso de los Diputados. Un acto bien aprovechado por el PSOE y por el presidente del Gobierno, tan necesitados ambos en estos críticos momentos. Los partidarios de la primera y mayoritaria tesis, entre ellos el propio presidente y su equipo más cercano, creen que se trató de una gran oportunidad para darse cariño mutuo, para cicatrizar heridas y, sobre todo, para reafirmarse con la clásica reacción de unidad interna frente a los ataques de la derecha. En esas condiciones adversas, Felipe González retorna al redil y es garantía de bálsamo y de espectáculo político. Y Zapatero le agradeció el capote, y le pidió colaboración.
La mayoría de los felipistas y muchos guerristas, si es que aún existen, están en esa línea de contraataque, de formar una "masa común", una "mayoría de cemento" frente al PP. Pero cada uno a su manera. Es decir, González entrando a la batalla, al trapo, a la yugular del PP. Guerra, con apelaciones más retóricas, históricas y sindicalistas. Los dos, en cualquier caso, apasionados, calientes, "andaluces" y, por tanto, a años luz "del modelo frío y leonés" del presidente. Unos porque quieren y pueden, el otro seguramente porque no quiere.
Otro sector de veteranos socialistas, a veces muy crítico con Zapatero y formado tanto por felipistas como por guerristas desencantados, interpreta que el presidente debería de tomar nota de lo sucedido y rescatar cuanto antes para su equipo a dirigentes ahora apartados, con experiencia para aportar solidez y soluciones.
Son los que están en sintonía con los barones de varias comunidades autónomas que se juegan el cargo en las elecciones de dentro de un año y reclaman, en público y más en privado, que Zapatero haga cuanto antes una crisis de Gobierno para arroparse de los mejores, es decir, que le dé a su gabinete un perfil más felipista.
Unos y otros destacan que ahora, al fin, el presidente "está ejerciendo como tal, está recuperando el tiempo perdido, está tomando decisiones difíciles y, sobre todo, está hablando más con la gente y explicándolo mejor". Son los que durante meses le han reprochado un alto grado de "adanismo", en definición de Alfonso Guerra, es decir, de creerse que había descubierto el mundo, y de que él era el único y sobre todo el primero que podía solucionarlo todo. Es lo que Manuel Chaves, presidente del PSOE, se empeña en explicar a los más cachorros: que antes, cuando ellos gobernaron, también pasaron cosas graves y se solventaron.
Los más flexibles en el entorno de Zapatero, que los hay, comprenden las quejas de esos veteranos olvidados. "Muchos se lamentan de que no se cuenta con ellos ahora, pero tampoco contaba Felipe; a lo mejor eran ministros, pero no estaban en su ejecutiva. Esos están en sus asuntos y no tiene sentido que se planteen volver. Pero sí hay muchos que no salen en la prensa quejándose, que llaman al presidente y son escuchados", confiesa un ministro del núcleo duro.
Lo otro, lo que queda para un análisis más afectivo, psicológico y generacional, es el estado de la relación actualmente entre González, Zapatero y Guerra. Alta tensión emocional. González y Guerra ya arreglaron sus asuntos hace dos años tras la presentación de un libro de la Fundación Jaime Vera en el hotel Wellington de Madrid. Quedaron en privado y se contaron lo suficiente para restablecer puentes. El jueves estuvieron juntos en la comida que organizó José Bono para los invitados principales del acto. González compartirá escena otra vez hoy en Lisboa con Zapatero, en el 25º aniversario de la entrada de Portugal y España en la Unión Europea. Volverán juntos en al avión presidencial. Hablarán. Lo hicieron hace poco. González le mandó el ya famoso sms que Zapatero tanto agradeció el día que anunció el ajuste social en el Congreso: "Gobernar en esto, tomar decisiones difíciles". Zapatero le pidió, en confianza, si podía hacer algo más. González se comprometió a firmar un artículo periodístico de respaldo.
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