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Columna
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Vendaval

David Trueba

Zapatero y Felipe González se encontraron ayer por la tarde en un acto del partido. Pero tuvieron mañanas muy distintas. Zapatero hizo una visita relámpago al Papa y a Berlusconi en Roma. Felipe González acudió a Los desayunos de TVE con tono huracanado. Sus 45 minutos de entrevista fueron un fenómeno meteorológico más que televisivo; ya veremos si muchos partidos del Mundial nos dan una media parte tan intensa. El famoso jarrón chino se derramó, con ese poder que tienen los presidentes para zapatear sobre los problemas de los otros.

Porque estar en el poder consiste en hablar y que no se te entienda, pero, al Felipe González actual, de ganas de decir cosas se le atropellaban las palabras, aunque prometió no comérselas como homenaje a Fraga. Ana Pastor hurgaba atrevida en las sentencias de Felipe tratando de desvelar si contenían una crítica al actual Gobierno, pero el ex presidente tenía otra agenda. Fue capaz de elogiar a las grandes constructoras españolas, de aceptar que él también congelaría las pensiones y reformaría el mercado laboral, pero recordando que el empleo temporal es característico de un país turístico. Defendió nuestras cuentas frente a otros países del entorno, pero asumiendo que nuestra lacra es la mala formación, la baja productividad y la escasa capacidad de innovación. Se atrevió hasta a afear el plan de ajuste alemán y recomendar a la autoridad palestina que declare el Estado independiente para romper ese empate infinito, como definió la situación en Oriente Medio.

El vendaval amainó con el recuerdo de sus años de poder, donde se cuestionaba a menudo si él era más parte del problema o de la solución. Afirmó que en política, como en la vida, es fácil meter la pata, lo meritorio es sacarla lo más rápido posible.

Con sonrisa ladeada recordó la huelga general de 1988 donde patronal y sindicatos, esa vez sí, lograron juntos un éxito rotundo. Recordó que España crece más que nadie del entorno en época de crecimiento, pero en época de crisis destruye empleo a más velocidad que nadie. Puso freno a la histeria que nos rodea con el eco de aquel "váyase, señor González". Como ciudadanos algo debería hacernos reflexionar: ¿por qué los políticos tienen mucho mejor aspecto en el retiro que en el poder?

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