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Dimite el director del espionaje por los fallos de Detroit y Times Square

Blair asume los errores de la inteligencia estadounidense en los ataques

Antonio Caño

Señalado como responsable de una sucesión de errores en la actuación de las diferentes agencias de espionaje, Dennis Blair, el coordinador de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, renunció ayer a su cargo. Se trata de la dimisión de más alto nivel que se produce dentro de la Administración de Barack Obama y, aunque no parece un episodio de posteriores ramificaciones, es el reconocimiento de que un órgano central en la lucha contra el terrorismo no está al nivel adecuado.

La renuncia de Blair, cuyo puesto oficial es el de Director Nacional de Inteligencia, fue confirmada por un portavoz oficial a última hora de la tarde de ayer sin que precedieran circunstancias graves que permitieran anticiparlo. El hecho no constituye, sin embargo, una completa sorpresa.

La posición de Blair se había debilitado considerablemente desde los fallos en la coordinación de los servicios secretos que fueron detectados a raíz del atentado frustrado de la pasada Navidad en un avión con destino a Detroit. En aquel momento, quedó en evidencia que el autor de aquel intento, el nigeriano Omar Faruk Abdulmutallab, abordó el avión porque su nombre no figuraba en la lista de personas a las que se prohíbe viajar a Estados Unidos pese a la información que se poseía sobre sus actividades sospechosas.

Blair, un almirante retirado, declaró entonces que los servicios de inteligencia habían actuado correctamente, y tuvo que ser el propio presidente Obama quien le desmintiese dos días después y ordenara la apertura de una investigación.

Recientemente, con ocasión del coche bomba desactivado en Nueva York, también se comprobó que el autor había podido abordar el avión en el que pretendía huir por culpa de una mala coordinación en el manejo de las listas de pasajeros prohibidos.

Los expertos habían apreciado desde hacía algún tiempo una cierta marginalización de Blair, a quien, por ejemplo, se habría excluido de la delicada labor de tratar con los servicios secretos de Pakistán, que quedó en manos del director de la CIA, Leon Panetta y del consejero nacional de Seguridad, James Jones.

Había trascendido también que la relación personal entre Blair y Panetta, que habían discrepado, entre otras cosas, sobre quién debe de ser el encargado de seleccionar al personal de inteligencia en el extranjero, no es la que se requiere para un puesto de semejante naturaleza.

No es un problema nuevo. La Dirección Nacional de Inteligencia fue creada por George Bush después de los atentados del 11-S para facilitar la coordinación de las 16 agencias dedicadas al espionaje. Con frecuencia lo que se ha conseguido, en cambio, es una mayor competencia entre agencias acostumbradas a actuar por separado, cuando no en abierta rivalidad. En esas condiciones, el Director Nacional de Inteligencia se convierte muchas veces, no en la figura a la que hay que entregar información, sino a la que hay que burlar para evitar filtraciones.

De momento, Obama parece dispuesto a mantener el puesto. Una fuente oficial dijo ayer que ya habían sido consultadas algunas personas y que hoy mismo podía anunciarse el nombre del sucesor.

Dennis Blair.
Dennis Blair.

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