Con recuerdos de Kim Il-sung
Una muestra de arte norcoreano desata la controversia en Viena por considerarse propaganda del régimen
Con Kim Il-sung, el fallecido y salvaje dictador norcoreano, nunca hubo demasiado margen para el aroma de las flores. De esa opinión son los detractores de la exposición Flores para Kim Il-sung: Arte y arquitectura de la República Democrática Popular de Corea, que se exhibe en Viena hasta el próximo 5 de septiembre. La exposición ha levantado ampollas en la ciudad. Se acusa a sus organizadores (el museo MAK) de prestar un servicio de propaganda a una de las dictaduras más herméticas del planeta.
La oposición llegó, ya antes de la inaguruación, de los diarios austriacos, así como de organizaciones políticas como el Partido Liberal Austriaco (FPÖ, populista de derechas, con elementos de la derecha radical). La cosa ha tomado tal relevancia que el Ministerio de Finanzas de Austria se ha negado a aportar los seis millones de euros del seguro de las obras prestadas.
Por vez primera se exponen fuera 16 retratos de Kim Il-sung y su hijo
Pero lo cierto es que la muestra se presenta como una ocasión única. Por vez primera se muestran en el extranjero 16 retratos del fundador de la patria Kim Il-sung, fallecido en 1994, y de su hijo y sucesor Kim Jong-il, que constituyen las piezas más sensibles, asegura el director del Museo de Artes Aplicadas (MAK), Peter Noever. Explica que costó mucho convencer a las escépticas autoridades norcoreanas de que permitieran sacarlas del país y presentarlas en el exterior.
Y no habla en tono metáforico. Se han empleado siete años de negociacíones con la Galería de Arte Coreana, museo oficial del régimen, para traer un centenar de óleos, acuarelas, dibujos a pluma, xilografías y caligrafías -característicos de la cultura asiática- y 30 carteles de propaganda y diseños del país comunista.
Algunas creaciones muestran campesinos y niños sonrientes, reflejo de una población feliz y trabajadora. Abundan los disciplinados soldados y los concienzudos obreros industriales sobre fondos de paisajes de flores, en un estilo que es, en su mayoría y al menos aparentemente, realista en la forma.
El símbolo de la capital, Pyongyang, la torre Juche -la construcción de granito más alta del planeta-, se puede contemplar en una maqueta, acompañada de fotografías, junto con el estadio Primero de Mayo, otro ejemplo de la arquitectura monumental civil norcoreana.
¿Se trata la exposición de un ejercicio de propaganda o de una crítica al régimen dictatorial, rechazado por la comunidad internacional tanto por su política nuclear como por su autarquía, criminal para sus habitantes? Esta cuestión ha sido contestada de forma indirecta por el director del MAK, quien ha indicado que "el arte es la única forma de fuerza social que tiene la habilidad de traspasar fronteras". En su opinión, las obras no deben ser contempladas "como una declaración política" si no más bien sólo como "una oportunidad única de debate y discusión" sobre la idealización del arte norcoreano. Noever asegura que "apenas es conocido" y considera que cualquier intento de "contextualizarlo críticamente" hace peligrar la permanencia de la exhibición. "Uno puede ignorar el arte que no le es familiar o que considera extraño", afirma.
Al menos, en cuanto a la producción artística, Corea del Norte parece estar poniendo fin a su aislamiento, en opinión de algunos analistas. Algo de eso saben en Barcelona también. En la Casa Asia de la ciudad se expone estos días carteles de propaganda y demás producción gráfica norcoreana, desde 1953 a la actualidad, propiedad de un coleccionista chino. En Barcelona, la exposición no ha causado la polémica vienesa.
Babelia
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