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AL CIERRE
Columna
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Hombres de guardia

Delante del mercado, de "la plaza" se decía antes, y también a la puerta de los colmados y de los súpers, y los minisúpers, que es la denominación que dan a sus colmados los paquis, o por lo menos el que tengo en la esquina, es fácil sorprender, sobre todo los sábados, el espectáculo, para mí encantador, de un hombre solo o en compañía de un perro, que esperan con expresión ausente ligeramente hastiada -me gustan en especial los que llevan bigote, un bigote bien negro como signo marcial en medio de la cara-. ¿A qué esperan? A que salga del colmado la mujer. Han ido juntos a hacer la compra por el prurito igualitario de que no vaya sola la señora como si no fuera con él la tarea, tan importante en el hogar, del avituallamiento. Y nada de eso, sí que le incumbe y no va a ser él como los maridos aquellos de antes que no compartían con sus mujeres las tareas domésticas. Acompañando a la señora, pues, estos caballeros llegan hasta la puerta del colmado. ¡Pero ni un paso más allá! Y se quedan plantados en la acera. Total, ahí dentro, ¿qué iba a hacer él salvo estorbar y llamar la atención con su torpeza? Se encontraría confuso y desplazado. Es cierto que dentro del súper se ven también a veces a parejas haciendo la compra, pero son jóvenes y, además, no dan un espectáculo agradable, porque ella manda y él obedece y se pone de manifiesto el carácter de pantomima de ese -innecesario, además- llenar entre los dos el carrito o el capazo y ese autismo de pareja ostensiblemente cooperadora y autosuficiente. Ella lleva piercing, él camiseta imperio y tatuaje. "Coge esatún, coge esa latatún", dice ella. "¿Dónde?" "Ahí, delante, donde dice oferta". "Ah, sí" ¡Puaj!

Acompañando a la señora llegan hasta la puerta del colmado. ¡Pero no más! Fuera, ¿en qué piensan?

El caballero, pues, se queda fuera, con el pretexto de sujetar al perro o el carrito de la compra que ya viene medio lleno de otras tiendas, o de que si entra en el minisúper se pone nervioso y la pone nerviosa a ella. Y mientras espera, no le queda más remedio que pensar en sus cosas. ¿O se puede no pensar en nada? El perro también espera con paciencia y disposición optimista y confiada. El perro no piensa, ¿en qué pensará el amo? ¿En que últimamente su anciana madre ha dado un bajón? ¿En ese bar de la esquina donde si fuera audaz podría dar un salto y atizarse una copa exprés antes de que su mujer salga cargada con las bolsas? ¿En que este año el tiempo está raro? ¿En algún problema de liquidez, rumia un agravio de su jefe, angustias sobre el futuro? ¿Piensa en el enigma del último alejandrino de Machado, "estos días azules y este sol de la infancia", que quedó interrumpido ahí? ¿Piensa en matarse? ¿Piensa en qué ha preparado ella para el almuerzo, ojalá garbanzos?

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