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Crisis en el Ayuntamiento de Barcelona
Columna
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Una pedrada en el escaparate socialista

Lluís Bassets

Lo que faltaba. El gran escaparate barcelonés, la ciudad donde el socialismo manda desde el tiempo inmemorial de la Transición, acaba de recibir una pedrada en plena cristalera. El mismo día en que las encuestas electorales anuncian naufragios socialistas en Cataluña y en España. La misma semana en la que Zapatero tiró por la borda todo su programa social.

Lo peor es que nadie ajeno al Consistorio barcelonés ha lanzado la pedrada al escaparate. La iniciativa de efectuar una consulta para decidir sobre el futuro de la calle más importante de la ciudad no era fruto de ningún pie forzado ni la respuesta necesaria a un problema acuciante. Ha sido un error optativo y lo más próximo a un suicidio político.

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El problema que se planteaba no era banal. Restringir el tráfico de vehículos en la avenida Diagonal, que atraviesa la ciudad de arriba abajo, significaba un cambio sustancial, probablemente histórico, que no debía realizarse de espaldas a los ciudadanos y merecía, por tanto, una buena labor de consulta y participación. Pero a partir de esta premisa de elemental consistencia, nada de lo que ha hecho a continuación el Ayuntamiento barcelonés tiene ni pies ni cabeza.

La prueba es el resultado. La participación, en una consulta que ha durado toda una semana y que ha contado con voto electrónico por Internet, ha sido muy inferior a la de las consultas independentistas organizadas por asociaciones privadas. La opción abrumadoramente apoyada por los ciudadanos, la llamada C, no tenía otro contenido concreto más que rechazar las dos únicas posibilidades realmente ofrecidas y estudiadas por el Consistorio. Es decir, los ciudadanos consultados para que escogieran si querían que la Diagonal fuera remodelada como una rambla con paseo central o como un bulevar, con dos grandes calzadas centrales, han devuelto como respuesta que ni una ni otra. La celebración de la consulta ha costado tres millones de euros, cantidad que ya llamaba la atención antes de la semana de la gran tijera, en la que pensiones, sueldos públicos e inversiones en infraestructuras acaban de sufrir un recorte de los que duelen en los bolsillos y no se olvidan fácilmente.

Si se trataba de manipular la consulta para obtener algún rédito político, tal como ha señalado una y otra vez la suspicaz oposición municipal, el resultado ha sido exactamente lo contrario. Ni siquiera ha funcionado correctamente el sistema de consulta, de forma que ni el alcalde, Jordi Hereu, ni el jefe de la oposición, Xavier Trias, consiguieron a la primera hacer efectivo su voto.

Quienes han salido mejor librados de este referéndum del empastre son esos fieles amigos del socialismo que son los de Esquerra Republicana, socios en la sombra en el Consistorio barcelonés, que exigieron la realización de la consulta para seguir apoyando a Hereu y son acreditados especialistas en el ejercicio de desdoblamiento consistente en sacar todos los réditos de estar en el Gobierno sin perder la oportunidad de demostrar la pureza ideológica de quienes están en la oposición.

La conclusión es que el socialismo barcelonés se ha disparado un tiro en el pie a un año de las elecciones municipales y a pocos meses de las autonómicas. Y que se abre una crisis política en su municipio emblemático en el peor momento posible para el socialismo en Cataluña, en España e incluso en Europa. Ahora es el minuto de la pañolada, de pedir dimisiones, desde el alcalde hasta el presidente; elecciones anticipadas, o mociones de confianza o censura. Puede que amaine y regrese la calma de las convocatorias ordenadas: primero catalanas, después municipales y autonómicas, y finalmente generales. Pero si aguzamos los sentidos y vemos lo que pasa en el mundo y en casa, pintan bastos para el socialismo en todos los torneos del grand slam electoral, bajo el signo de una crisis que no es únicamente económica, sino que atraviesa, como la misma Diagonal, todas las instituciones de nuestras democracias.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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