Francisco Nieva: "Mi teatro está lleno de greñas"
El autor estrena y dirige una obra y adapta 'Electra' de Galdós
Su vida es el testimonio emocionante e intelectual de uno de los pocos testigos españoles del teatro europeo de vanguardia de la segunda mitad del siglo XX. Francisco Nieva (Ciudad Real, 1924) vivió en París, Nápoles, Venecia... y entabló amistad con Antonin Artaud, Jean Genet, Peter Fonda, Beckett, Ionesco, Allen Ginsberg, Carlos Edmundo De Ory, Bertolt Brecht y Adamov, entre tantos otros. A todos ellos habló de tú a tú desde las tan diversas facetas de dramaturgo, director, escenógrafo, figurinista, pintor o novelista.
El 6 de mayo, Nieva será protagonista de dos importantes acontecimientos teatrales. Como director de una de sus obras preferidas, Tórtolas, crepúsculo... y telón -en el Centro Dramático Nacional, Teatro Valle-Inclán de Madrid- y como adaptador de Electra, de Benito Pérez Galdós, que Nieva califica de obra maestra a la altura del mejor teatro social de Ibsen o Strinberg. Sobre la primera, Nieva explica: "Esta obra nos cuenta que somos actores de nuestra propia vida, siempre presidida, vigilada y dominada por el poder".
"He dejado en el camino el gozo sexual, que es la vida misma"
En cuanto a la incursión galdosiana -que pondrá en escena Ferrán Madico e inicia su andadura en el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria- este hombre de teatro aclara: "He escrito la adaptación en un estado de gran excitación porque el autor es un dramaturgo sólido, de colmillo retorcido, un dialoguista increíble".
Días antes del temporal creativo que se avecina, Nieva no parece inmutarse por esas apretadas y tensas jornadas de trabajo que harían mella en cualquier persona de su edad. Una edad que le ha obligado a dejar cosas importantes por el camino: "Sobre todo el gozo sexual, que es la vida misma. Aunque la sexualidad existe hasta que te mueres, la actividad sexual disminuye mucho con la edad y además se convierte en otra cosa, y siento haber perdido eso. Además, el carácter cambia, porque uno ya no tiene el estímulo de ser atractivo, y esa energía que venía por el mundo sexual se sustituye por la imaginación que siempre es autocompensatoria... Estoy convencido de que todo lo que nos pasa de bueno y de malo tiene mucho de imaginario".
Nieva siempre ha sostenido que fue duro regresar a la España de los sesenta: "Lo hice por una tontería, porque me separé de mi mujer. Me sirvió de consuelo que me contrataran en importantes teatros europeos", dice. Porque este miembro de la Real Academia Española, también tiene un pasado; como tantos, estuvo bajo el influjo de la llamada generación beatnik. "Era la época del LSD, de la marihuana y todos estaban colgados, yo menos, y no me dio por la India, pero era una época de greñas. Mi teatro está lleno de greñas y parece que mis personajes no han conocido un peine".
De la misma forma que en alguna ocasión se mostró desconcertado por no estar muy presente en la programación de los teatros nacionales, ahora asegura abiertamente: "He dependido de la caridad pública porque mis mejores obras son las comedias de juventud. Cuando no era conocido y escribía un teatro soñado, muy difícil y muy caro, y como era soñado, naturalmente no pensaba en cuestiones económicas", dice de obras como la que ahora estrena, Nosferatu o Pelo de tormenta. "Son las que más interés despiertan por lo que concluyo que yo de joven tenía más talento", añade entre carcajadas. Habla de piezas escritas en París a principios de los sesenta y que durante años durmieron en un cajón. "Eran obras muy ligadas a las vanguardias de entonces, que ya son históricas".
Tórtolas está salpicada por el influjo de Artaud y el teatro de la crueldad. "Él fue un gran premonitor del reality show, que yo en esta obra critico y enfatizo. Tórtolas... es muy profética en ese sentido. Hago una crítica en clave grotesca, entendido como el grotesco barroco que es muy profundo". En la pieza hay algo que retrotrae al aroma de El ángel exterminador de Luis Buñuel. "Está escrita después, pero siempre he sido buñueliano y daliniano y los dos han influido en mi estética". Habla también de otras claras influencias como Visconti o Zefirelli, pero lo cierto es que la mirada de Nieva siempre ha sido personal, única. "Nunca sabré como lo he conseguido", dice este gran hombre de teatro. Acaso sea por su precocidad: desde los ocho años empezó a hacer escenografías con tiras de papel y obras que representaba para su hermano, el músico Ignacio Morales Nieva.
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