No es la seguridad, es el civismo
El PP alienta en Badalona el miedo a los rumanos en zonas sin problemas graves de delincuencia - El mensaje cala entre vecinos hartos de la mala convivencia
Carmen López, vestida con chándal fluorescente y zapatillas de andar por casa, baja la voz y mira a su alrededor. "Los rumanos son lo peor. ¡Mira cómo tienen la escalera! Viven 10 en un piso de 50 metros y arman follón. Por la tarde, bajan el sillón a la portería y pasan las horas comiendo pipas", susurra esta vecina de La Salut, un barrio de la periferia de Badalona. Carmen da la razón al dirigente del PP Xavier García Albiol: "Los rumanos de etnia gitana se dedican exclusivamente a delinquir". Pero, aunque ha vivido siempre en el barrio, es incapaz de recordar un solo delito cometido por algún miembro del colectivo. "¿Robos? No sé, no los he visto. Pero los rumanos son lo peorcito".
Los panfletos xenófobos de García Albiol han calado hondo en los populosos barrios del sur de Badalona (Llefià, La Salut, Sant Roc y Artigues) debido al vínculo que muchos vecinos, de forma casi automática, establecen entre inmigración y delincuencia. A pesar de que, como Carmen, no hayan vivido esos problemas en carne propia. Los datos policiales, en cualquier caso, desmienten la tesis construida por el líder popular y trasladan el debate en torno a los gitanos rumanos a otro ámbito: el del civismo y la convivencia, que motivan la inmensa mayoría de las quejas.
"Tenemos problemas de convivencia. En las comunidades de vecinos y en el espacio público. Muchos no pagan el alquiler, suben carros al piso y ensucian las paredes de la escalera, gritan hasta altas horas...", explica el regidor de esos barrios, Pablo Hernán. La unidad de convivencia de la policía local intenta atajar los conflictos, pero no siempre es posible. "Vienen de una cultura distinta y nómada, y como cada dos por tres cambian de domicilio, es difícil completar la reeducación", insiste Hernán.
Ese abismo cultural (que los vecinos viven como insoportable incivismo) hace que, en comunidades como la de Carmen, los vecinos hayan colgado un aviso a la entrada dirigido "a los cerdos e incivilizados de esta escalera", a los que se conmina a "no dejar trastos en la escalera" si no quieren ser denunciados. Las opiniones de la gente de Llefià y La Salut sobre el colectivo no son en absoluto amables, y muestran ansiedades y preocupaciones similares: "No dan buena imagen y son incívicos"; "se ve a muchos niños haciendo campana"; "no son personas normales, les tengo pánico"; "los chavales van en bicicleta y dan tirones"; "no vienen a trabajar, vienen a ensuciar"; "cuando les veo en la puerta, ya no les dejo entrar"; "hay que vivir aquí para entenderlo"; "son unos inadaptados".
"Las estadísticas dicen que en Badalona se cometen tantos delitos como en cualquier otra ciudad catalana. Pero estamos por encima de la media en percepción de inseguridad, y eso es difícil combatirlo", explica el director del ámbito de Gobierno, Joaquim Ortilles, quien admite que algunos hechos delictivos -en especial, los pequeños hurtos- están ligados en parte a este colectivo, formado por 1.100 personas de una población de 220.000.
En 2006, tres matrimonios de gitanos rumanos fueron encarcelados por enviar a sus hijos menores de 14 años -y por tanto, inimputables- a robar a turistas en las calles de Barcelona. La presión policial "expulsó a cientos de rumanos a otras partes de España", según un mando policial. Hace tres meses, una juez prohibió a 18 miembros de este colectivo entrar en Badalona durante seis meses, ya que habían robado en decenas de comercios.
"La gente delinque, con independencia de la nacionalidad. Una mujer rumana puede robar una manzana; un niño, coger un caramelo sin permiso... Pero ahora no tenemos problemas graves", insiste el mando. La campaña de García Albiol, pues, llega en un momento en el que no hay conflictos graves y cuando la situación en las calles es de relativa tranquilidad. "Estamos mejor que hace tres años, no hay grandes problemas. Tenemos que trabajar con los hechos para cambiar las percepciones", asegura el alcalde, Jordi Serra.Badalona tiene el 15% de inmigrantes, menos que Barcelona (17%) o L'Hospitalet (25%). La crisis de los pisos patera, en 2007, disparó la sensación de deterioro de la convivencia. Una pareja se plantó por el "incivismo" de sus vecinos rumanos, lo que dio origen a protestas. Los gitanos salieron del piso entre abucheos.
Ante la amenaza de una quiebra de la convivencia, el Ayuntamiento, en manos del PSC, tuvo que ponerse las pilas. La aprobación de una ordenanza de civismo ha rebajado la tensión: de los 175 pisos sobreocupados en 2006, quedan 45. Las mejoras urbanísticas -se han ensanchado aceras, se ha mejorado la iluminación y se han destinado 80 millones de euros a actuaciones de toda índole- han dado aire a los barrios, que aun así siguen siendo caldo de cultivo para discursos populistas e incendiarios como el de García Albiol. La densidad de población es alta y la competencia por servicios básicos (salud, educación) propicia el rechazo al extranjero. Entre 2005 y 2009, el número de tarjetas sanitarias en manos de inmigrantes aumentó en más de 22.000. En la zona hay 3 ambulatorios (ayer se aprobó construir otro en Llefià), 19 escuelas e institutos y 2 bibliotecas. Pero no es suficiente. Nunca lo es. "Donde hay pobreza", dice el concejal Pablo Hernán, "es fácil que pasen estas cosas".
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