Berlusconi y Fini escenifican ante la televisión y el partido su ruptura
Los dos líderes del centro-derecha italiano muestran diferencias insalvables
La democracia italiana vivió ayer una jornada histórica. Silvio Berlusconi y Gianfranco Fini, los cofundadores del Pueblo de la Libertad, el partido más votado del país, escenificaron su ruptura en Roma. Ambos se lanzaron críticas, reproches, trapos sucios y dardos envenenados ante los 477 delegados del comité de dirección del partido. Un Fini valiente y exigente sacó de sus casillas a Silvio Berlusconi, que interrumpió el discurso de su enemigo íntimo de forma airada y exigió en su réplica que hiciese sus críticas en el seno del partido y no en público: "Si quieres hacer política, deja la presidencia de la Cámara", le espetó. En ese momento, Fini se levantó del asiento y le dijo: "Y si no, ¿qué haces?, ¿me echas?".
Berlusconi: "Deja la presidencia de la Cámara si quieres hacer política"
Fini: "¿Y si no, me echas? No dejo ni el partido ni la presidencia"
Nunca la izquierda italiana había rebatido a Berlusconi con tantos argumentos y tanta determinación como lo hizo ayer Fini. La bronca, retransmitida en directo por televisión, ha escenificado la profunda división del partido del Gobierno, que goza de una amplia mayoría en las dos Cámaras con el apoyo de la Liga del Norte. Fini ha demostrado que la broma que le define como jefe de la oposición contiene gran parte de verdad.
Se mostró dispuesto a seguir en el partido al frente de una corriente minoritaria, pero al final dijo que acatará lo que decida Berlusconi. "No quiero más poder, ni envidio a Berlusconi. No dejo ni el partido ni la presidencia de la Cámara", afirmó.
Berlusconi, que había dejado claro ayer que las facciones son "una metástasis" para los partidos, siguió con visible malestar la distanciada intervención de su rival interno. La contraposición entre el estilo elegante y reflexivo de Fini y el carisma agresivo y populista del primer ministro, principal responsable de la lenta transición de Fini desde el posfascismo hacia el centro-derecha, se hizo notoria. La evolución de uno fue de la mano de la involución del otro.
Antes del choque final, Fini había expuesto sus quejas propuestas para cambiar un partido y un Gobierno que no le gustan. Exigió "más debate interno". "Tener opiniones distintas del presidente del Gobierno y del partido cuyo liderazgo no está en discusión no es una traición", señaló.
El ex líder de Alianza Nacional amonestó a Berlusconi por lo que considera un sometimiento a las posiciones extremas de la Liga del Norte: "En el norte somos una fotocopia de la Liga y eso es muy peligroso". Sobre la fiscalidad federal que la Liga quiere imponer, preguntó: "¿Hay que hacerlo a toda costa? Eso quiere la Liga. Yo quiero que el PDL haga una comisión donde haya gobernadores del norte y del sur. ¿Hemos previsto cuánto costará?".
Fini recordó además que es objeto de "frecuentes ataques por parte de periodistas pagados por estrechos familiares del presidente del Gobierno" (en referencia a Il Giornale), a lo que el magnate de los medios replicó diciendo que nunca interfiere en las decisiones del director. En un golpe de efecto, Berlusconi reveló que había convencido a su hermano Paolo para que venda el periódico.
La invectiva más punzante de Fini se refirió a la justicia, la legalidad y la seguridad. "La legalidad significa algo más que facilitar de forma puntillosa la lista de las operaciones de las fuerzas del orden", ironizó. "Hace falta reformar la justicia, pero no dar la impresión de que se hace para garantizar más impunidad. Y a veces da la impresión de que, por ejemplo con la ley del proceso breve, ese es el mensaje que se da".
Luego Berlusconi dijo que era la primera vez que oía esas cosas, y acusó a Fini de haber cambiado, de no haber hecho campaña electoral en las regionales, de no haber querido asistir nunca a las reuniones del partido. Y reveló que hace unos días Fini le dijo que estaba arrepentido de haber fundado el PDL.
Fini intentó replicar desde su asiento mientras volaban palabras gruesas y dedos acusatorios. El primer ministro atacó diciendo que la Liga había hecho suyas las posiciones de Alianza Nacional sobre inmigración, que luego Fini abandonó. El alegato final de Berlusconi dejó claro que las diferencias entre los dos líderes son insalvables: "Tus reproches representan porcentualmente una pequeña parte de todo lo que hemos hecho juntos. ¿Valía la pena poner en discusión tu papel súper partes de presidente de la Cámara para hacernos una oposición cotidiana? Quien tiene un papel institucional no puede expresar opiniones políticas. Si no, deja el puesto y ven a hacer política en el partido". En ese momento Fini se levantó y lanzó la frase que quedará en la historia: "¿Y si no, me echas?".
Aún falta por ver si la puesta en escena desemboca en una crisis definitiva. Si fuera así, Fini cuenta con unos 50 parlamentarios que abandonarían el PDL. Una cifra suficiente para frenar las reformas constitucionales de signo autoritario que Berlusconi quiere sacar adelante, lo que podría convencer al Cavaliere de optar por las elecciones anticipadas. Convertido en tiburón después de ser delfín, como anunció en una entrevista con este diario hace un año, Fini, al menos, logró su objetivo minimalista: devolver un poco de dignidad a la política italiana.
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