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Columna
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Obama mueve hilos sin la UE

EE UU no recurrirá a las represalias atómicas, ni siquiera en el supuesto de un ataque biológico o químico, si el país agresor ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Tampoco desarrollará nuevos tipos de ojivas. Representa un cambio respecto a la doctrina clásica del equilibrio del terror, que conducirá a una reducción del número de objetivos nucleares potenciales y a la limitación de las circunstancias en las que el armamento nuclear podría ser utilizado. Hay que precisar que EE UU se reserva la posibilidad de usar ese armamento contra Irán y Corea del Norte, si estos países no respetan sus obligaciones.

Al día siguiente del anuncio, Barack Obama se dirigió a Praga para firmar con el presidente ruso Dmitri Medvédev el nuevo START con el que Moscú y Washington limitan su arsenal nuclear a 1.550 ojivas. La firma ha precedido en unos días a la cumbre en Washington que reúne a una cuarentena de jefes de Estado y Gobierno invitados a debatir sobre el terrorismo nuclear y la no proliferación. Un año después del discurso de Praga, en el que anunció que intentaría construir un mundo sin armas nucleares, Obama ha puesto las primeras piedras.

Es inquietante constatar hasta qué punto Europa está ausente de todo este trajín nuclear estratégico

En este estadio es difícil ser precisos sobre la amplitud de este giro estratégico. Si leemos The New York Times deduciremos que se trata de una ruptura con la doctrina clásica, denominada del ataque preventivo, que consistía en golpear primero y fuese cual fuese el nivel de armamento del agresor. Si consultamos The Wall Street Journal pensaremos que Estados Unidos mantiene su estrategia del ataque preventivo y que Obama sólo está procediendo a algunos ajustes. La realidad se sitúa probablemente entre ambas visiones, y fue explicitada por el mismo Obama cuando habló de los "primeros pasos concretos" destinados a "reducir el papel del armamento nuclear" en la estrategia estadounidense de defensa.

Subsisten dos interpretaciones posibles. O EE UU continúa atribuyéndose el derecho a utilizar el arma nuclear en función del análisis que hiciese, llegado el caso, de la gravedad del ataque sufrido -bien por él mismo, bien por uno de sus aliados-, o el presidente Obama considera que Estados Unidos no utilizaría el arma nuclear como primer recurso frente a un país que hubiese suscrito el TNP con anterioridad. Lo que significa que Estados Unidos considera que tiene suficientes medios convencionales para hacer frente, en tales circunstancias, a ese tipo de agresor. Para saber más, habrá que esperar a que los expertos definan los contornos de esta nueva doctrina.

En cuanto a la firma del tratado estratégico con Rusia -del que hay que recordar que no es un tratado de desarme, sino de simple control de la limitación de los armamentos-, este reviste una verdadera importancia diplomática. Para Obama se trata de convencer a la comunidad internacional, y a una parte de su electorado, de su voluntad de avanzar por el camino del desarme nuclear. El presidente siempre ha recordado que, si EE UU pretende ser creíble cuando habla de no proliferación, debe comenzar por dar ejemplo, lo mismo que Rusia. Para los rusos, la tecnología nuclear de uso militar es un medio para preservar su papel en el concierto de las potencias. Rusia está hoy debilitada por la crisis, y ya no tiene la importancia militar de la Unión Soviética, de forma que, en este diálogo estratégico, ha encontrado un medio para conservar su estatus internacional. Esto resulta algo paradójico. Así, el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, ha hablado de un tratado que da la espalda a "la mentalidad de la guerra fría". Mientras, en Moscú se sigue pretendiendo que la principal amenaza que pesa sobre Rusia es la OTAN; por delante de las amenazas que constituyen el terrorismo y la proliferación nuclear.

El hecho de ver a Rusia volver al terreno diplomático, hacer un gesto histórico en Katyn o acercarse al punto de vista norteamericano y europeo en el conflicto con Irán, son buenas noticias y motivo de alegría.

En cambio, constatar de nuevo hasta qué punto Europa está ausente de todo este trajín estratégico y hasta qué punto el mismo presidente estadounidense la ignora, es inquietante. En Praga, Obama casi olvidó que había un Estado y un Gobierno para acogerlo a él y a Medvédev. En la precipitación para corregir el desliz, reunió a su alrededor a los antiguos países miembro de la Europa del Este, reconstruyendo casi un muro entre estos y nosotros mismos, los países de Europa del Oeste. Y negando así la existencia misma de la Unión.

Ya se trate de Grecia, y de la crisis, o de la reconstrucción de los equilibrios mundiales, salta a la vista que a nuestros dirigentes les cuesta darse cuenta de lo urgente que es devolverle la vida y el crédito a la UE.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

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