Zapatero pasa de la etapa defensiva a la de reformas contra la crisis
El presidente considera que la economía ha alcanzado el punto de inflexión
Justo doce meses después de la constitución de su último Gobierno, y a los dos años del reconocimiento oficial de que España está en crisis, José Luis Rodríguez Zapatero da por finalizada la etapa de resistencia frente a la recesión y abre otra en la que priman la iniciativa política y las reformas. El presidente estima que el bajón económico ha llegado a un punto de inflexión, y ha escuchado a numerosos expertos económicos, entre ellos el ex ministro Miguel Boyer, pronosticar que las reformas, para que sean efectivas, hay que promoverlas cuando se inicia la recuperación y no antes, según fuentes de su entorno.
Aunque sigue cayendo el empleo, la tendencia se aleja radicalmente de los 700.000 puestos destruidos en el primer semestre de 2009, el peor momento personal para Zapatero. Indicadores como el del BBVA anuncian un crecimiento, mínimo pero positivo, del 0,1% en el primer trimestre de este año. Zapatero estima que es el momento de que el Gobierno pase de la política defensiva, -caracterizada por las medidas de rescate financiero a los bancos y el plan E para frenar la sangría del desempleo- a abrir la etapa de reformas.
Zapatero no se plantea cambiar el Gobierno tras la presidencia europea
No obstante, según resalta su entorno, Zapatero ya anunció hace cuatro meses esta nueva fase, demandada desde los sectores empresariales, durante el debate monográfico sobre la crisis que se mantuvo en el Congreso el 2 de diciembre. Allí anunció la reforma laboral, la consolidación del sistema de pensiones -con el retraso de la edad de jubilación- y un plan de austeridad concertado con las comunidades autónomas.
Este plan lo completó dos meses después, en el debate del 18 de febrero en el Congreso, con la toma de la iniciativa política que supuso proponer a los partidos un pacto contra la crisis, cristalizado en la ronda de Zurbano. Los asuntos clave eran la agilización del crédito a las pymes -a través del ICO- y la incentivación del empleo -con la rehabilitación de viviendas-.
Respondía así a la gran demanda social de pactos políticos con una propuesta que vino precedida del mayor terremoto bursátil de la economía española durante la crisis, la primera semana de febrero, fundamentada en los movimientos especulativos tras el desplome de las cuentas públicas griegas y su equiparación, desde los países anglosajones, con las españolas.
Zapatero reconoce, según su entorno, que fue la peor semana política de su Gobierno, que incurrió en descoordinación en asuntos tan sensibles como las pensiones o la política salarial de los empleados públicos, lo que se sumó además a los desajustes de semanas anteriores con el debate sobre la subida de los impuestos.
El presidente no atribuye esos errores al nerviosismo de aquellos días sino a las distintas iniciativas que su Gobierno debatía en esos momentos, como la reforma de las pensiones y el plan de austeridad, según señalan fuentes de su entorno.
El presidente considera que su actual equipo es más activo que el anterior, sobre todo en el área económica, tras el relevo de Pedro Solbes por Elena Salgado. Y que tiene más peso político, merced a la entrada de José Blanco (Fomento) y Manuel Chaves, (vicepresidente territorial). Eso no es óbice para que siga de cerca todos los temas relacionados con la crisis, e incluso se implique en ellos. Ha sucedido por ejemplo con las negociaciones de Zurbano, en que ha hablado personalmente con los portavoces de CiU, Josep Duran, y del PNV, Josu Erkoreka. Lo que ha sucedido es que las reuniones en las que Gobierno, partido y grupo parlamentario diseñan la estrategia semanal son mucho más activas ahora por los debates de Blanco, Chaves y Pérez Rubalcaba. A la par, desde febrero hasta hoy el Gobierno ha ganado en cohesión, añaden fuentes gubernamentales.
Así las cosas, Zapatero no se plantea una crisis de Gobierno para el final de la presidencia española de la UE, en julio, como se especulaba incluso en los círculos socialistas. Podría haber algún relevo concreto en otoño porque algún ministro sea candidato en las elecciones catalanas o en las municipales. Se especula con que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, entre en las listas del PSC para esos comicios autonómicos, y que Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad, sea candidata para la Comunidad de Madrid. Pero La Moncloa no lo confirma porque "no es el momento".
Así es que Zapatero va a encarar la segunda parte de la legislatura con el mismo equipo de hace un año. Los criterios que le sirven de guía son tres: la reducción del déficit del 11,2% al 3% para 2013; la fijación de las bases para el cambio del modelo productivo, ayudándose de la Ley de Economía Sostenible; y el mantenimiento de las piezas básicas del gasto social. Zapatero cree posible mantener el difícil equilibrio de reducir el déficit hasta el 3% sin dañar para ello las bases de su política social, pues los 50.000 millones de recorte se han calculado blindando éstas, dicen en su entorno. Su mayor orgullo es haber pasado por lo peor de la crisis sin conflictividad social, y que gracias a su defensa a ultranza de la política social frente a todo tipo de presiones el país pueda afrontar la recuperación sin mayor división.
Zapatero pretende reforzar el logro de estos objetivos con lo que considera una red de pactos: alianzas concretas que responden a la filosofía de que "el mejor acuerdo es el que consigue mayor apoyo, aunque el contenido sea menos ambicioso". Hasta ahora ha alcanzado el de salvamento financiero; el de reducción del gasto sanitario; el de austeridad -con autonomías y ayuntamientos- y el de Zurbano -con el resto de partidos-.
Sus próximos objetivos son los acuerdos sobre energía e industria y la reforma laboral, en la que pretende que los trabajadores despedidos cobren lo mismo y que a los empresarios les cueste menos. El Gobierno ha aprendido a desplegar más iniciativa ante la crisis y a realizar menos vaticinios sobre su fecha salida.
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