Código hético
Penélope, esposa de Ulises, rey de Ítaca, tejía durante el día un sudario que destejía por las noches, frenando así el acoso de sus pretendientes, a quienes había prometido que se casaría de nuevo cuando la prenda estuviera terminada. De este modo logró ser fiel a su marido, que tardó 20 años en volver al hogar, tal y como relata Homero en La Odisea. Rajoy, sin pretender comparar, lleva camino de convertirse también en un personaje mítico, pues teje durante el día un código ético que desteje por las noches. Gracias a ese ardid, no necesita tomar decisiones difíciles acerca de individuos cuya permanencia en el PP sólo se explica en razón de lo que saben y pueden contar. ¿Y qué vas a decirle, si jura y perjura que cuando el código esté completamente terminado lo aplicará sin contemplaciones, caiga quien caiga?
Mariano Rajoy no espera el regreso de Ulises, sino la llegada de las elecciones. Asediado por multitud de voces que le empujan a actuar ya, él da largas a diestra y siniestra con la coartada del código, al que siempre faltan unos flecos. Que sí, que Fabra aparece imputado en delitos gravísimos, que ha ingresado sin justificar más de cinco millones de euros durante los últimos años, que apesta, en fin, pero todo tiene sus tiempos. Y quien habla de Fabra, habla de Camps o de Bárcenas, por no dar la lista entera de la putrefacción. Y ahí sigue el hombre, desmintiendo con los hechos mezquinos de las mañanas las afirmaciones grandilocuentes de las noches, al modo en que Penélope hacía y deshacía el famoso sudario. El código de Rajoy tiene también algo de mortaja en la medida en que el líder del PP va adquiriendo una rigidez cadavérica. No sería raro que acabara envuelto en él. Todo esto, en el supuesto de que su intención fuera poner en marcha un código ético y no un código hético, que es a lo que se parece.
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