Dos años de cárcel por pegar a la maestra
Una juez de Barcelona condena a una madre a la pena más dura dictada hasta ahora - La mujer no podrá acercarse a la profesora en dos años
Condena sin precedentes en España. El Juzgado de lo Penal 23 de Barcelona condenó ayer a dos años de cárcel a una mujer por agredir y amenazar de muerte la profesora de Ciencias Sociales de su hija. La sentencia fue dictada in voce y también obliga a la madre a indemnizar a la maestra con 8.840 euros, le prohíbe acercarse a ella allá donde esté a menos de 1.000 metros durante dos años y a pagar una multa de 120 euros, más las tres cuartas partes de las costas.
El juicio no llegó a celebrarse porque la madre, Milagros Flores, de 45 años, prefirió pactar antes y conformarse con una rebaja de la pena sobre los tres años de cárcel que solicitaban la fiscalía y la Generalitat de Cataluña, que ejercía la acusación particular en el caso. Es la condena más dura dictada por un delito de atentado cometido contra profesores, a los que se equipara con agentes de la policía.
Los hechos ocurrieron la tarde del 6 de noviembre de 2008, cuando la madre acudió a un instituto de Trinitat Nova y se abalanzó sobre la profesora de su hija de 13 años. Le arrancó mechones de pelo, la arrinconó contra la pared, la golpeó y arañó, al tiempo que la amenazaba de muerte y la insultaba. La llegada de otros profesores le permitió escapar. La víctima sufrió lesiones en el antebrazo, contusiones en el cerebro, de las que tardó en curarse casi cuatro meses, y necesitó tratamiento psiquiátrico.Ricard Esteban, el abogado de la madre, reconoció al acabar la vista que habría preferido celebrar el juicio y "luchar" por una condena inferior o incluso una absolución. Pero su clienta se negó en redondo ante el riesgo de ser condenada a una pena superior a los años a que se enfrentaba y de acabar entre rejas. Como no tiene antecedentes penales, esquivará la cárcel, aunque la juez le afeó su conducta al acabar la vista y la requirió para que se atuviera a las condiciones de la condena que acababa de escuchar.
La maestra no llegó a declarar y estuvo esperando el desenlace de la vista en una sala contigua, arropada por otros profesores del centro. Cuando acabó todo no podía esconder su emoción, pero se negó a realizar ningún comentario. La madre abandonó la Ciudad de la Justicia de manera atolondrada y escondiendo su rostro de las cámaras protegida por una amiga.
Al parecer, el desencadenante de la agresión fueron los supuestos insultos que la maestra de Ciencias Sociales profería a la alumna y que ésta relató a su madre. La abogada de la Generalitat sostiene que eso no es cierto, que el comportamiento de la profesora fue en todo momento correcto y que la agresión fue gratuita e injustificada.
No es la primera vez que la justicia dicta en España una pena de este tipo, en que se extiende a los profesores la consideración del delito de atentado cuando son agredidos. En marzo de 2008 otro juzgado de Barcelona ya condenó también a dos padres a un año de cárcel por el mismo delito de atentado por agredir a la jefa de estudios de un centro. Esta negó la entrada a la escuela a un alumno que no había abonado cinco euros mensuales de la guardería extraescolar. En aquel caso, la prohibición de acercarse a la víctima duró seis meses y a una distancia de 200 metros.
El camino de esa interpretación jurídica lo abrió en 2006 el entonces fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, cuando dio una instrucción para que los fiscales acusaran por un delito de atentado en estos casos y en el de las agresiones al personal sanitario.
Por otra parte, el Juzgado de Instrucción número 2 de La Seu d'Urgell ha condenado a Francesca S. D., directora de la guardería municipal de Bellver de Cerdanya (Lleida), a pagar una multa de 2.000 euros por seis faltas de malos tratos de vejaciones injustas cometidas contra sus alumnos, informa Lluís Visa. Los hechos fueron denunciados por tres profesoras del centro y la sentencia relata que entre febrero y julio de 2009, la acusada dio una bofetada sin causar lesión a cinco menores. Otra vez obligó a otro niño a tragarse la comida. Para conseguirlo se la introdujo en la boca y, a continuación, le tapó esta con la mano. Al menor se le enrojeció la cara y le salieron unas pequeñas manchas rojas al no poder respirar.
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