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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El caldero talibán

La violencia creciente muestra los límites de la estrategia militar de Occidente en Afganistán

La guerra de Afganistán es también la de Pakistán, o mejor la de AfPak, que se libra en la zona fronteriza entre ambos países y salpica sangrientamente a todo el país. Un atentado suicida causó ayer más de 30 muertos al norte de Peshawar, en un mitin de un partido enemigo de los talibanes, y más grave aun que esta matanza fue su simultaneidad con el ataque mediante un coche cargado de explosivos y con fuego de lanzagranadas contra el consulado de Estados Unidos en esa ciudad, puerta de entrada a Afganistán.

Fuentes del movimiento talibán se atribuyeron el atentado contra el consulado, que calificaban de parte de una ofensiva contra intereses norteamericanos en el país. Los terroristas trataron de forzar la entrada de la sede diplomática y sólo hicieron detonar la bomba cuando la resistencia de la guardia paquistaní -dos de cuyos miembros murieron- impidió el acceso a las instalaciones. Ningún norteamericano resultó herido. La versión oficial de Islamabad, diferentemente, sostiene que el castigo que el Ejército paquistaní está infligiendo a las milicias talibanes en Waziristán y el valle de Swat provoca esa huida hacia adelante del terrorismo.

Tras la derrota del régimen talibán afgano y la ocupación del país por un contingente internacional, encabezado por EE UU, en 2001, numerosos militantes se refugiaron en la zona fronteriza desde la que libran una guerra irregular contra el Gobierno pro-occidental de Kabul. Pakistán, que siempre ha querido mantener lazos con los talibanes, a cuya toma del poder contribuyó en la lucha contra el comunismo afgano y la URSS en los años ochenta, trató inicialmente de negociar con la república talibán virtualmente independiente instalada en su territorio. Pero desde 2004 la presión de Washington ha obligado a Islamabad a enviar al ejército a combatir en Swat y Waziristán, lo que explica la ofensiva terrorista en el interior del país, por la que han muerto o resultado heridos 30.000 paquistaníes, más que en tres guerras contra India.

El problema que plantea AfPak, ese nuevo escenario de la lucha contra el terrorismo internacional, difícilmente tiene una solución militar. El presidente norteamericano Barack Obama no parece contar, sin embargo, con más estrategia que la militar. Y la guerra de consulados y mítines no dejará, por ello, de ensangrentar Pakistán, aún en su condición de subproducto del conflicto afgano.

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