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Reportaje:

El pequeño mundo de Nacira

La mujer encerrada por su marido tardó cuatro meses en aceptar que unos vecinos avisaran a la policía, durante los que recibía comida por una ventana

Golpear con los nudillos una puerta, gritar por una ventana y dejarse ayudar. Tres actos sencillos para una mujer de 27 años. Tres pasos gigantescos para un ser humano atrapado en un mundo sólo habitado por su marido, la familia y los propios miedos.

Los Mossos d'Esquadra rescataron el pasado jueves 25 a Nacira J. de unos bajos en Viladecans (Barcelona). La mujer explicó, según el sumario que instruye el Juzgado 7 de Gavà, que su marido la había tenido allí recluida 18 meses. Que pasaba semanas sin ver a nadie más y sin saber cuándo él volvería. Mohammed Koubaa fue detenido dos días después. Tras quedar en libertad con cargos por detención ilegal, este hombre emprendedor abrió su casa a los medios para negarlo todo. La causa se debía, dijo, a "un montaje" de su esposa por celos.

Su madre, en respuesta a sus quejas, le dijo que tuviera paciencia

El recuerdo que tienen de Nacira quienes la vieron salir de los bajos no casa con el de una conspiradora. Hablan de un ser aturdido, que ríe cuando no sabe qué hacer. En el sumario judicial, en el que se repite el pavor que Nacira siente por Mohammed, pueden leerse las declaraciones casi infantiles de una mujer que dice que su marido le pega si ella hace "cosas malas", como acercarse a la puerta cuando alguien llama, que considera "un poco normal" vivir en esta situación y que no entiende por qué hay "algo en ella que no le gusta a su marido". Una mujer que cuando acude a su madre para lamentarse, recibe como respuesta que aguante y tenga paciencia, y que rechaza las medidas de protección que le ofrecen los mossos porque "sólo quiere ser feliz, que se arregle la situación, que su marido cambie de actitud y tener hijos".

Golpear con los nudillos a una puerta fue, pues, el primer acto de rebelión de Nacira contra su destino. Lo hizo por hambre y porque tenía frío una tarde del pasado noviembre. Hacía 15 días que su marido se había ido a Sevilla a trabajar. La dejó con algo de comida y un minúsculo circuito en el que moverse: una habitación con un colchón en el suelo, la cocina y el baño. El resto de la casa quedó cerrado con candados.

Nacira golpeó la puerta que separa la vivienda del locutorio de su marido. "Oí su voz que llamaba a Mohammed", recuerda Tarek el Barkani, de 27 años, vecino y entonces encargado del negocio. "¿Mohammed?', le dije. '¡Pero si hace dos semanas que no está!". Tarek admite que lo que le contó la voz al otro lado de la puerta le dejó "de piedra". Él, como muchos en el barrio, sabía que Mohammed estaba casado y que su esposa no salía de casa. "Sí, lo sabíamos. Pero nunca pensé que la tuviera encerrada así", se defiende.

Es jueves a mediodía en Viladecans. Decenas de hombres salen de un sencillo oratorio situado a 100 metros de la vivienda de Mohammed. Algunos recuerdan su mal carácter, otros su negativa a pagar los gastos de la comunidad de vecinos. Los circunloquios y las metáforas se suceden a la pregunta de si alguien en el barrio sabía lo que ocurría. Un español no siempre fluido tampoco ayuda a comprender los matices, pero a menudo se hace evidente el deseo de aclarar que el respeto a la intimidad de un hombre (la familia) no les hace cómplices de lo ocurrido. "Yo puedo pensar que un hombre es demasiado estricto con su esposa. Pero ¿cómo voy a saber que la tiene encerrada como a un animal?", dice un hombre canoso de unos 50 años.

Lo primero que hizo Tarek al oír la voz tras la puerta es avisar a su madre. "Es la mujer de mi jefe y yo no quería malentendidos ni problemas", explica. "Mi madre le dijo que ningún hombre puede hacer eso con su esposa. Ni aquí ni en Marruecos. Que tenía que denunciarlo y que la policía la ayudaría. Pero se negó todo el rato. Decía que él la iba a mandar a Marruecos". Preguntado si no podría haber ido a la policía de todos modos, Tarek responde con otra pregunta: "¿Y si ella les dice a los policías que no es verdad, que esa es la vida que quiere llevar?".

Ese día, al menos, se constituye una especie de comité de ayuda a Nacira que funcionará cuatro meses, sólo interrumpido por las visitas de Mohammed cada dos o tres fines de semana. Tarek, desde el locutorio, mantiene el contacto con ella y por la noche, cuando la calle queda tranquila, vigila mientras su madre le da comida por una ventana con rejas.

La segunda proeza de Nacira fue gritar por la ventana y esta vez el pánico fue lo que la empujó. Fue el pasado jueves 25, cuatro meses después de su primer contacto con Tarek. Él y su madre son el único lazo que Nacira ha sido capaz de tejer con el exterior (de su vivienda y de su mundo) desde que se casó con Mohammed en Marruecos en 2004. El matrimonio se celebró entre primos (el sumario no especifica de qué grado) y, por tanto, la familia de ella también era la de él. Cuando, tras la boda, él se vino a España a trabajar, Nacira se quedó hasta junio de 2008 en casa de los abuelos de Mohammed. Incluso en su pueblo, sólo salía de casa si él le daba permiso por teléfono.

Nacira se asustó cuando sintió que ese lazo se rompía. "Yo dejé de trabajar en el locutorio el día 18. Y mi madre se iba a Francia esta Semana Santa", explica Tarek. "Ella seguía diciendo que no avisáramos a la policía. Pero mi madre le dijo que no podía seguir así y que, sin nosotros cerca, volvería a quedarse sola". Tras las rejas de la ventana, Nacira sufrió algo parecido a un ataque de ansiedad. No podía respirar bien y empezó a sentirse mal. Entonces, por primera vez, accedió a que Tarek llamara a la policía.

Los Mossos d'Esquadra informaron de que rescataron a Nacira porque esta gritaba por la ventana de la vivienda. En realidad, todo fue un montaje. "Fui a avisar a la policía y volví a la casa. Cuando llegó la patrulla le dije que gritara". Así lo hizo y exactamente así se lo contó a la policía. Nacira había dormido ya tres noches en un centro de acogida cuando se decidió a dar su tercer gran paso. "Preguntada si quiere una orden de protección a pesar de haber manifestado a la policía que no la quería, manifiesta que [sí] quiere una orden de protección", recoge el sumario. Es domingo 28 de marzo y, pese a todo, ahora empieza lo más difícil para Nacira.

"Lo más importante es que estas mujeres no vuelvan atrás", explica Montse Estruch, jefa del Area Técnica de Proximidad de los Mossos d'Esquadra. "La dependencia económica y sentimental, el miedo... Son barreras que deben superar y necesitan mucho apoyo para hacerlo", añade. El temor para quienes trabajan con las víctimas es que elijan volver a su propio infierno.

Mohammed Koubaa en su piso de Viladecans.
Mohammed Koubaa en su piso de Viladecans.MASSIMILIANO MINOCRI
Tarek el Barkani, en la ventana por la que ayudaba a Nacira.
Tarek el Barkani, en la ventana por la que ayudaba a Nacira.C. BAUTISTA

'Mentiras' de víctima

Nacira explicó al ser rescatada que llevaba 18 meses encerrada en Viladecans. No era cierto, como consta en el sumario. Tras llegar a España en junio de 2008, viajó a Alemania en noviembre, aunque allí se quedó con unos familiares de su marido. Este también la acompañó en las dos otras salidas de casa que Nacira admitió al juez: una cena y una boda. "¿Cómo que estaba encerrada si podía pedir ayuda por la ventana?", preguntó Mohammed a los medios con el billete de su mujer a Alemania en la mano.

Pudo pedirla, pero según Tarek, "estaba siempre aterrada". "Yo creo que cuando dice que estaba encerrada no decía sólo en su casa, sino que se refiere a su vida". El juez debe ahora aclarar las mentiras

de Nacira, aunque quizá le sea más fácil comprobar la veracidad de las declaraciones de su marido, que dice que ella "tenía las llaves" y que salía "cada tarde", entre otras cosas.

Los actos de Mohammed tras quedar libre con cargos también darán indicios al juez. El sábado ingresó en prisión sin fianza acusado de coaccionar a Tarek para que su ex empleado declare a su favor.

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