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Columna
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Crecimiento y bienestar

Cuantificar el progreso y el bienestar de los países bajo nuevas fórmulas ha sido el trabajo emprendido por los premios Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Amartya Sen, acompañados por Jean Paul Fitousi en su último trabajo Richesse des nations et bien-être des individus, por encargo del presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy. El PIB ha sido, hasta ahora, la forma más habitual para medir y evaluar la actividad económica de un país. Es un indicador aceptado ampliamente, pero no cabe duda de que es también un indicador indirecto del desarrollo de la sociedad y del propio progreso. Permite la comparación entre países y regiones a lo largo del tiempo lo que facilita la elaboración de rankings. Además, el PIB y sus componentes se publican de manera frecuente, lo que le confiere amplia utilidad a la hora de plantear políticas económicas.

Si no miramos sólo el PIB, tal vez Galicia no esté tan atrasada como apunta el índice europeo

Está aceptado que el PIB sirva de medida para la mejora de las actividades económicas, aunque también se admite que dista bastante de ofrecer una visión global de toda la realidad, ya que no resulta fácil incluir en sus mediciones el conjunto de todas las dimensiones de ámbito social y medioambiental. Por tanto, el PIB viene a ser un indicador-resumen de cuestiones importantes, pero no de todas.

En los tiempos actuales la utilización del PIB comienza a estar cuestionada. De una parte es muy impreciso en lo que atañe a medir los aspectos referidos a la sostenibilidad o a la consideración de los recursos naturales y las cuestiones ambientales. De otra parte, también está cuestionado por lo que atañe a la calidad de los productos o aquellas otras actividades que afectan al bienestar pero no generan transacciones comerciales, como, por ejemplo, el trabajo no remunerado de los amos/as de casa o de los voluntarios. Incluso existen actividades que hacen aumentar el PIB pero que afectan negativamente al bienestar de los individuos. Y llevados a un extremo, puede ocurrir que un país a pesar de ver aumentar su PIB o su PIB per capita muestre mayores aumentos de desigualdades o esté en riesgo de pobreza.

Stiglitz, Sen y Fitousi buscan redefinir los conceptos de bienestar y estiman que el crecimiento no lleva directamente a un aumento de bienestar. Esta discusión es relevante. Después del periodo de bonanza económica medido a través de fuertes incrementos del PIB, como los manifestados en los últimos años, se entra en una profunda crisis económica con consecuencias graves en términos de empleo, de reducción del consumo y de disminución de las rentas medias. El examen de la historia reciente es lo que obliga a reflexionar a instituciones y estudiosos

La Comisión Europea, en el documento Más allá del PIB. Evaluación del progreso en un mundo cambiante establece indicadores más completos para incorporar los logros sociales y medioambientales que permitan asegurar la mayor cohesión social, la accesibilidad y la asequibilidad de los bienes y servicios básicos, la educación, la salud, la calidad del aire, entre otros; pero también los componentes de las pérdidas sufridas, como las estimadas a través de las ratios de aumentos de pobreza, de delincuencia o de agotamiento de recursos naturales.

Esta nueva concepción es lo que ha estimulado a los países europeos a plantear y a defender un crecimiento sostenible para los próximos años y a apostar por aquellos modelos productivos diferentes que contemplen estas premisas. Stiglitz, Sen y Fitousi exponen que los indicadores han de ser adecuados y deben ser determinantes para que la imagen económica de un país se corresponda con la realidad y que además permita dar respuesta a políticas económicas coherentes.

En suma, el economista desempeña, ante todo, una función social. Es decir, debe responder a varias cuestiones, pero ha de ser claro en el uso de los conceptos y definiciones: expositivo cuando explica los sistemas de medida, y riguroso en su capacidad expositiva para no proporcionar visiones distorsionadas de la realidad. Y ello exige ir más allá de los propios y estrictos factores de producción para poder entrar en análisis más multidimensionales, tal y como lo propone, entre otros, J.M. Naredo en su extraordinario libro Raíces económicas del deterioro económico y social

Sin minusvalorar el indicador del PIB, es preciso completarlo con otras ratios que permitan medir el presente y el futuro de las personas, O sea, indicadores de calidad que incorporen sistemas de medición y evaluación mensurables como son los avances sociales, tecnológicos y medio-ambientales.

Bajo estas hipótesis, quizás Galicia no esté tan retrasada como se expone en los índices de Eurostat, en donde aparecemos como deficitarios en la mayor parte de los indicadores. Es posible, si realizamos una medición en la tesis indicada, afirmar que estamos mejorando merced a un esfuerzo colectivo, solidario, participativo y bien definido. Esta es nuestra tarea: definir nuestro propio modelo para mejora del bienestar.

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