Ciudadano Borau
José Luis Borau está de actualidad, mucho más que cuando hace 35 años ganó la Concha de Oro en San Sebastián con Furtivos, tras una larga lucha a cuerpo descubierto contra la censura, de la que finalmente salió victorioso.
Este país es bastante peculiar. Mientras estuvo en activo como cineasta, Borau no fue precisamente motivo de homenajes, sino que se le consideraba más bien un bicho raro por el tipo de películas que hacía, pero ahora, a sus 80 años, le llueven los tributos. Esta misma semana le han caído otros dos, el del Festival de Jaén, que lleva por nombre Miguel Picazo, otro olvidado, y el Fotogramas de Honor. Por si fuera poca actividad, él mismo ha publicado estos días un libro, Palabra de cine, en el que ha expurgado con gracia y nuevas observaciones el tema de su discurso de ingreso en la Real Academia Española al ocupar el sillón vacante de Fernando Fernán-Gómez: cómo el lenguaje de la calle ha ido incorporando con naturalidad términos nacidos del cine. Ejemplos son el remoquete de Charlotín para definir a Aznar, el de Bambi para Zapatero o el más lejano de Pinocho para Felipe González... El libro registra acepciones de todo signo y casi para cualquier circunstancia, aparecidas bien en la prensa u oídas en la calle.
Entre otras tareas, Borau ha sido y es guionista, director, profesor, escritor, actor, ex presidente de la Academia Española de Cine, y hoy de la SGAE, al tiempo que preside la fundación que lleva su nombre, con la que quiere ayudar a jóvenes que se inician en el mundo del cine, algo que lo que él no disfrutó en su momento. En definitiva, un sinfín de ocupaciones.
Borau debería haber aparecido en La última película de los grandes maestros, otro interesante libro de la semana, en el que Luis López Varona analiza con agudeza la última película realizada por grandes directores a modo de testamento cinematográfico. Hace 10 años, Borau anunció su despedida con una de sus mejores obras, Leo, por la que obtuvo el Goya como mejor director. Y aunque intentó poner en pie una película más, acabó harto de las dificultades que encontraba a su paso para realizar las películas que le vinieran en gana. Por eso digo que este país es bastante raro. Hubo que esperar a que tirara la toalla para que comenzaran a llegarle nombramientos y homenajes, merecidos todos, claro está, pero siempre tardíos.
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