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UNIVERSOS PARALELOS

Malditos del San Patricio

Diego A. Manrique

Este miércoles, día de San Patricio, los Chieftains actuarán en Nueva York, capital de la diáspora irlandesa. Nada novedoso -ellos son habituales de esa celebración- excepto por su más reciente novedad discográfica, precisamente titulada San Patricio. El grupo que pastorea Paddy Maloney parece haberse empeñado en una tarea valiente: la reivindicación del Batallón de San Patricio, aquellos irlandeses que, en 1846, cambiaron de bando y lucharon contra Estados Unidos en la guerra que acabó con la venta -a punta de pistola- de la mitad del territorio que entonces constituía México.

No estoy seguro de que lo aprecien mucho en Nueva York: nación íntimamente convencida de su superioridad espiritual y material, EE UU ni entiende ni tolera a los que considera traidores. Recuerden el caso de John Walker Lindh, "el talibán americano": aunque se libró por los pelos de la masacre en la fortaleza de Qala-i-Jangi, en Afganistán, de vuelta a su país fue condenado a 20 años de cárcel, sin posibilidad de libertad condicional.

Los Chieftains han logrado una hazaña aberrante: parecen invitados en sus propios discos

La memoria del San Patricio se ha perdido en el osario de la Historia. Ellos encajan difícilmente en las narrativas contemporáneas: no todos eran de origen irlandés; de hecho, el Batallón funcionaba como una especie de Legión Extranjera que incluía voluntarios alemanes más algunos españoles, italianos, escoceses y hasta esclavos negros fugitivos. Para los historiadores estadounidenses, fueron simplemente desertores del US Army, mientras que sus equivalentes mexicanos prefieren verlos como sencillos colonos tejanos que se levantaron indignados contra los abusos de los anglosajones protestantes.

Posiblemente, su catolicismo fue un factor de rebeldía, aunque menos decisivo que las promesas de las autoridades mexicanas: mejores soldadas, concesiones de tierras, la nacionalidad. De cualquier manera, el San Patricio se distinguió en media docena de batallas, tanto en duelos de artillería como en combates cuerpo a cuerpo. Demostraron una belicosidad superior a la del resto del ejército mexicano. Y pagaron por ello: en 1847, con la guerra ya ganada, se colgó a unos cincuenta irlandeses; otros fueron flagelados, marcados en la cara con la "D" de desertores y condenados a trabajos forzados.

Cuento estos detalles ya que, debo avisarlo, San Patricio (Concord / Universal) es menos lección histórica que aventura turística: sólo un puñado de los 19 cortes hacen referencia a los san patricios. Lo que tenemos aquí es un muestrario de exuberantes aires mexicanos, protagonizados por grupos como Los Folkloristas, Los Camperos del Valle, Los Cenzontles y el Mariachi Santa Fe. Intervienen igualmente Lila Downs, Linda Ronstadt, La Negra Graciana y nuestro Carlos Núñez.

Los Chieftains, ay, llevan años ideando obras conceptuales, donde diluyen sus artes irlandesas con técnicas de crossover. A veces, éstas tienen lógica musical, como sus acercamientos al country o al universo galaico. Desdichadamente, la mercadotecnia impone el tirón de los nombres comerciales, por encima de cualquier filtro de compatibilidad: allí uno puede encontrarse desde Ziggy Marley a Eros Ramazzotti. El efecto final es aberrante: Maloney y compañía parecen invitados que se cuelan de rondón en sus propios discos.

Para su expedición mexicana, los dublineses han contado con los servicios de Ry Cooder, en funciones de guitarrista ocasional y coproductor. Cooder lleva años elaborando una estética de grabaciones orgánicas, imposible de aplicar en una producción que se desperdiga por media docena de ciudades y otros tantos estudios. Este látigo de la modernidad cae aquí en algunas de las trampas que tanto denuncia.

Ry se pone radical chic cuando cierra su única interpretación vocal, The sands of Mexico, con "la historia me absolverá", la frase de Fidel Castro. Cooder también consigue que los Tigres del Norte suenen como una banda de cantina mal grabada, en una desdichada versión de la Canción mixteca. Tampoco hace un favor a Chavela Vargas cuando la empuja, con sus mermadas facultades, a cantar nuevamente Luz de luna. Al menos, Cooder y Maloney se han cortado en un punto: no se han atrevido con La bamba.

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