Roberto Álamo no cuelga el guante del Tigre de Cestona
El actor sigue triunfando con 'Urtain', con la que recala de nuevo en Madrid
Nadie duda de que el actor Roberto Álamo lleva años trabajando duro. Sobre todo en teatro. Pero no ha sido hasta protagonizar Urtain que su nombre ha hallado un hueco entre los grandes de la escena. Será que su labor ha ido mucho más allá de interpretar al Tigre de Cestona. Simplemente, se ha visto abducido por el personaje. Cuando Álamo dice que encarna a Urtain, no bromea: "Hay que domar la carne, sentir que en aquello que haces no hay hueco para la mentira".
Urtain -una coproducción del Centro Dramático Nacional y el grupo Animalario a partir de un texto de Juan Cavestany y con la dirección de Andrés Lima- opta a 12 premios Max. Entre ellos, el de mejor actor, trabajo por el que Álamo se ha acostumbrado a los galardones. En medio de una larga gira, la obra recala de nuevo en el teatro Valle-Inclán de Madrid (hasta el 18 de abril). Y el intérprete aprovecha para explicar el método empleado para bucear en la vida y las contradicciones de Urtain, el más popular de los púgiles del tardofranquismo. "El montaje es un homenaje al ser humano, nos enseña a comprender el desastre de la España que había, la sociedad de entonces en la que todo consistía en educar en la violencia y el miedo".
"Con este personaje se ve el desastre que era España y aquella educación"
Alumno de la Escuela de Cristina Rota, milita en Animalario desde el principio. Estudió delineación en FP, pero vivía el teatro y repetía los diálogos que memorizaba. De adolescente le gustaban el boxeo y el cine. Sabía bien quiénes eran Legrá y Carrasco, pero también Max Ophüls, David Lean, John Ford o Howard Hughes.
De Urtain también guarda memoria: "Sudaba, contestaba a regañadientes, pasaba una y otra vez el pañuelo por la cara. Tendría unos 43 años, pero machacados. Con mi buena memoria emocional recuerdo al personaje con ternura..., con aquella timidez, totalmente abotargado..., es un recuerdo agridulce".
Si Urtain era un tipo huraño que jamás sonreía, no se relajaba y vivía en permanente tensión, Álamo transmite pasión, dulzura e irradia salud. De la física y de la otra. Meses antes de empezar los ensayos adelgazó 17 kilos. Gracias a cinco horas diarias de gimnasio (ahora hace más de tres) llegó al estreno con cuerpo y maneras de boxeador. A base de escuchar, observar y estudiar al personaje ha conseguido hablar como José Manuel Ibar. Domina esa voz suya de cuando Urtain era joven aunque la vida ya le había pasado como un tsunami.
Le ayudó emplear horas y horas en bares de Cestona y oír a la gente de allí. "Pero no había manera de que te hablaran de José Manuel". Así llama Álamo siempre a Urtain. "Es como si fuera un hombre maldito, como si nadie quisiera saber de él". Su hermana lleva lustros intentando que se ponga una estatua del púgil en su caserío y nadie la ayuda a llevar a cabo el proyecto. El trabajo preparatorio lo ha completado con entrevistas e información recopilada desde 1968 hasta un mes antes de suicidarse en 1992. "Me ha llamado la atención lo mucho que escuchaba y lo poco que decía".
Babelia
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