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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otoño catalán

La previsible atomización del voto en las elecciones autonómicas inquieta al PSC y a sus rivales de CiU

El episodio protagonizado hace unos días por el consejero catalán de Educación, el socialista Ernest Maragall, al detectar "fatiga" ciudadana ante la fórmula del Tripartito, y abogar por no repetirla, es un indicio de la inquietud que atenaza al partido que preside la Generalitat; pero ningún partido está tranquilo, incluyendo el de Artur Mas, pese a que los sondeos le sitúan en cabeza para las elecciones autonómicas de otoño.

Maragall, exponente del sector más catalanista del PSC, sostuvo en una conferencia y en un artículo la necesidad de que el PSC tuviera grupo parlamentario propio en el Congreso. Con ello se vería, a juicio del consejero, el peso del socialismo catalán en la Cámara -25 diputados-, lo que permitiría rentabilizar su papel en clave política catalana.

No es una novedad. Ese sector del PSC siempre ha añorado la posibilidad de volver a tener grupo propio, como sucedió en las primeras legislaturas de la democracia. Pero plantearlo ahora, más que un ejercicio de autoafirmación se antoja una muestra de nerviosismo ante el incierto futuro. De esa incertidumbre fue expresión el comentario de Maragall dando por agotada la fórmula que ha permitido a su partido gobernar en las dos últimas legislaturas pese a que CiU tuvo más escaños. El estupor que provocaron tales salidas se saldó con su rectificación sobre la fatiga ciudadana con el Tripartito, pero no sobre la reivindicación del grupo propio. Incluso presentó su dimisión que no le aceptó Montilla, y aquí paz y después gloria. No es que el consejero propusiese directamente la llamada sociovergencia, un gobierno CiU-PSC. Simplemente pretendía para su partido una posición de hegemonía en la izquierda ante la atomización creciente del panorama político catalán, un objetivo que ahora parece más inalcanzable que nunca.

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Pero los efectos de esa atomización podrían tocar también a CiU, especialmente si se produce una radicalización de parte de su electorado en relación a la sentencia del Constitucional. Porque la irrupción de Laporta no sólo amplia la oferta soberanista sino la populista. El Parlamento catalán puede fragmentarse también por la derecha con la ex diputada del PP Monserrat Nebrera; y entrar el partido de Rosa Díez en competencia con Ciutadans. Las encuestas más optimistas para la izquierda dan mayoría raspada para el tripartito. CiU gana en opciones de gobernar, pero al igual que Esquerra, tiene sobre su cabeza la espada de Damocles de la candidatura del ex consejero Carretero, además de la de Laporta. Mayorías frágiles y sumas con muchas variables. Todo está en el aire.

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