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Déjame tu carné para ir a la 'disco'

Los adolescentes recurren a documentos falsos y pasaportes prestados para poder beber - EL PAÍS comprueba cómo entrar en un bar con 16 y 17 años

María Martín

Gema y Laura están en la cola de una discoteca. Acaban de cumplir 17 años, aunque en sus minibolsos llevan dos pasaportes que las convierten en María y Julia, mayores de 18. Además de los tacones y el maquillaje, los dos documentos prestados les otorgan el salvoconducto para poder beber y entrar a los bares donde saben que no les está permitido. Ése parece ser el truco, además del de hacerse con carnés falsos, con los que decenas de chavales menores de edad entran sin demasiadas pegas en bares y discotecas.

EL PAÍS lo comprobó en la madrugada de ayer en cuatro locales céntricos de Madrid, elegidos al azar. En tres de ellos, incluida la discoteca But, donde las falsas María y Julia comparaban sus documentos prestados, los porteros sí pedían los carnés, aunque se les colaban muchos. En otro local, Autores, en la calle de Campoamor, el portero no sólo no pidió la documentación a chavales barbilampiños, sino que les espetó: "Me tenéis que consumir, eh, que si no, no llego a fin de mes". Las chicas eligieron la sala But, porque los viernes acoge a un público muy joven y van a medianoche porque "cuánto antes lleguemos", aseguran, "más fácil es que nos dejen entrar". Muchos deben pensar como ellas porque a esa hora del viernes la cola de la entrada acumulaba cientos de chavales entre 16 y veintipocos años que se empuján. "¡Me cago en los putos niños de los huevos!", les grita un portero.

Permitir la entrada a menores y suministrarles alcohol está tipificado en la Ley de Espectáculos Públicos de la Comunidad como falta grave y muy grave. La multa por vender alcohol a menores puede alcanzar los 600.000 euros o la clausura del local hasta dos años, mientras que sólo la admisión implica hasta 30.000 euros de sanción y seis meses de cierre.Durante los 45 minutos que se tarda en alcanzar la puerta de la discoteca, algunos chavales hablan de su estreno en la universidad, otros se burlan de sus profes del cole, se rascan los granos y se colocan los braquets.. Ya en la puerta, los guardas piden el carné sistemáticamente. "¿Y ésta eres tú, seguro?", le cuestiona un portero a la falsa Julia. Un par de preguntas sobre los nombres de sus padres y su signo del zodiaco la descubren. No saber los datos de su nueva identidad les ha costado la noche.

Pero una vez dentro se comprueba que no es tan difícil engañar al portero. Varios grupos grandes que llaman la atención por su aspecto aniñado y su acné están estrenando botellas recién compradas: la llave a los reservados y el truco, que según ellos mismos, les facilita la entrada si no llevan DNI. Un chaval de 17 años admite que sus 15 amigos son menores, todos tienen carnés prestados menos unos cuantos que no lo han conseguido. "Cuando compras una botella, si vas con el dinero por delante, no tienes que enseñar nada. Así lo hemos hecho nosotros", asegura. En el reservado de enfrente, un chico diminuto desprecinta su ron, de 110 euros. ¿Cómo has entrado aquí siendo tan pequeño? "Pues porque tengo carné", replica. "El de mi hermano mayor". Tiene 16 años.

El año pasado, la Policía Municipal, que sólo da parte pero no sanciona, remitió a la Comunidad 75 expedientes de locales que suministraron alcohol a menores y 49 que permitían su entrada. Aunque un gran número de estos partes policiales nunca llega a tramitarse, la ley castiga duro estas infracciones y los propietarios lo saben. "Nosotros pedimos el carné a todo el mundo", asegura el encargado de But, Ángel Sanz, mientras sube a la puerta a comprobarlo. "¿Estáis pidiendo el DNI?", grita a uno de sus porteros. "Sí, jefe, a todos. Pero hoy está muy mal la cosa, hay mucho carné falso y de otros. Estamos echando a mucha gente", le contesta. Y es verdad, algunos tienen que marcharse.

Pero otra vez dentro se insiste al encargado en que eche un vistazo a su alrededor y mire las caras y los cuerpos de sus clientes. Se decide por comprobar la edad de cuatro jóvenes reunidos ante una botella. Mira, uno a uno, tres carnés y un pasaporte. A él le vale, a pesar de que la cara de uno de ellos nada tiene que ver con la que aparece en su supuesto documento. "Nosotros tampoco somos policías", justifica Sanz.

Para los chicos lo importante es tener un documento que esquive el obstáculo de los porteros. Puede ser de un amigo, de un hermano o incluso falso si se tiene mucha destreza con el photoshop. Se usan muchos pasaportes. "Lo del pasaporte es porque es lo que pueden dejarnos nuestros amigos si ellos necesitan el DNI para salir también", aclara Violeta, una joven de 16 años.

Si se detectan carnés falsos o prestados "la policía estudiará si hay connivencia con el local", indica una portavoz de la Policía Municipal. La capital aglutina el 60% de los locales nocturnos de la región, 1.394 pubs y discotecas, según La Viña, la asociación de hostelería de la Comunidad. Todos ellos, según la portavoz municipal, pasan como mínimo una inspección anual.

Muy cerca de But, en la zona de bares de Alonso Martínez, un grupo de chavales de Ciudad Lineal espera en la calle que alguien decida adónde ir. Acaban de salir de DBrass, un pequeño bar en el que las chicas, de 16 años, han podido consumir, pero a los chicos les han echado porque sólo dos tenían un carné prestado.

El grupo, donde el mayor acaba de cumplir 17 años, se presta a comprobar las dificultades que tienen para pasar en los locales. Como primera opción, eligen rápidamente el bar Autores, donde alucinan con que el portero además de no pedirles el carné, les anime a beber. La siguiente parada es en la calle de Argensola, en el bar Babylon, donde un portero autorizado bloquea la puerta. Tres de los chicos prueban a entrar; uno con carné de un amigo; otro, con uno falseado con photoshop y torpemente recortado, y el último, directamente, sin documentación. Todos pasan. Dentro, unos chicos que entraron delante de ellos vocean bastante borrachos. Reconocen que son menores y cuentan y enseñan su mayor hazaña: dos de ellos han pasado con el DNI y el pasaporte de la misma persona. Mismo nombre, misma foto, misma fecha de nacimiento. "Lo único que les interesa a los porteros es que les enseñes algo, les da igual la edad que tengas", concluye uno de ellos.

15 y 16 años: seis de cada 10 beben

"El alcohol siempre está cuando salimos, es muy importante", asegura Carlos, de 16 años, en la puerta de un bar. "No es verdad. Lo importante es divertirse", le replica su colega. "Y cómo te diviertes tú, entonces?", pregunta Carlos. "Pues sí, bebiendo", acaba por reconocer su amigo.

Mientras que el consumo de tabaco disminuye entre los jóvenes de entre 15 y 16 años, la ingesta de alcohol se mantiene, según una encuesta recogida en el Boletín Epidemiológico de la Comunidad de 2008, para el que se ha entrevistado a 2.000 jóvenes escolarizados en 4º de la ESO.

El informe destaca que el 57,3% de los chicos y chicas de esta edad ha consumido algún tipo de bebidas alcohólicas en los 30 días previos a la entrevista y, mientras clasifica al 50,9% de los jóvenes como bebedores moderados, el 7,8% de los entrevistados son considerados bebedores de riesgo. Este consumo, indica el informe, se realiza principalmente en fines de semana, lo que da lugar a ingestas agudas. Los datos reflejan que un 33,8% ha consumido alcohol de forma excesiva en una misma ocasión en los últimos 30 días, mientras que el 24,1% afirma que se ha emborrachado durante ese tiempo.

Volver a casa después de una noche de fiesta implica que el 19,4% de los entrevistados hayan viajado en los últimos 30 días con un conductor bebido.

La droga ilegal más común entre los estudiantes de 4º de la ESO es el hachís, consumido por un 20,5% en los últimos 12 meses y por un 13,1% en los últimos 30 días.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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