A la búsqueda de culpables
El Ejecutivo se esfuerza por trasladar una imagen austera mientras la oposición política fuerza el gasto
El primer ministro, José Sócrates, convoca a la prensa extranjera (cosa poco común), arremete contra las agencias calificadoras y asegura que Portugal avanza por la senda de la recuperación económica. El presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva (adversario político de Sócrates), rechaza por odiosa cualquier comparación entre Portugal y Grecia. Y el ministro de Finanzas, Fernando Teixeira dos Santos, dice que Portugal es víctima del espíritu depredador de los mercados. Más allá de declaraciones tranquilizadoras y pronósticos catastrofistas, los números son incuestionables. El Gobierno preveía al comenzar 2009 un déficit del 3,9% del PIB, y terminó el año en el 9,3%.
Ante la presión para poner en orden las cuentas públicas el Ejecutivo promete reducir el déficit al 8,3% para este año y asegura estar en condiciones de cumplir el objetivo de un déficit inferior al 3% para 2013, tal y como impone la UE. En vísperas del comienzo del debate de los presupuestos para 2010, los tipos de interés que exigen los inversores para financiar al Estado portugués hundieron esta semana la Bolsa de Lisboa, que registró una caída del 4,98%, la más acentuada desde la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008.
Las medidas de ajuste que el Gobierno presentará con retraso ante Bruselas en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento antes de fin de mes incluyen la congelación de los salarios de los empleados públicos, que ya ha provocado las primeras protestas en la calle, suspensión de proyectos de obras públicas, revisión de concesiones, reducción presupuestaria de la mayor parte de ministerios y mayor rigor en el control del gasto.
El esfuerzo del Gobierno por transmitir una imagen de ajuste recibió un revés el viernes cuando la oposición en bloque consiguió aprobar en el Parlamento la reforma de la Ley de Finanzas Regionales, que aumenta el límite del endeudamiento de Madeira y Azores. La controversia no está cerrada y asomará de nuevo, con aires de crisis política, en el inminente debate presupuestario.
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