Respeto a los muertos de Haití
Los informativos y los periódicos no dejan de repetir el infierno en que se ha convertido Haití desde el pasado 12 de enero. La tragedia es indescriptible, y a día de hoy todos tenemos esa imagen del horror grabada en el archivo de nuestra memoria, como tantas otras que ya no son actualidad y que inevitablemente se borrarán para dejar espacio libre a otras nuevas.
Haití huele a muerte; la muerte está presente, y desgraciadamente no de forma metafórica, en lo que fueron sus calles, a la vuelta de cada esquina de barrios inexistentes, y la televisión se encarga de transmitirnos oportunamente cómo avanza esa podredumbre, cómo la materia se vuelve cada vez más informe hasta no reconocer que lo que allí vemos fueron seres humanos pobres, muy pobres. Si bien nadie les otorgó el derecho a vivir dignamente, los medios de comunicación deberían concederles al menos el derecho a morir sin que sus cuerpos protagonicen el resumen de un informativo o la foto del día.
Cuando nos sacudió la tragedia del 11-S en Nueva York y del 11-M en Madrid no se mostró el espectáculo dantesco de la muerte por respeto a la dignidad de los fallecidos y al dolor de sus familias, y no por eso deja de recorrernos un escalofrío al mencionar esas fechas. Creo que las víctimas de Haití y sus familias merecen también nuestro más profundo respeto. Habrá quien piense que esas imágenes pueden mover conciencias y multiplicar así las ayudas para un país devastado, pero no puedo estar más en desacuerdo, a estas alturas todos sabemos cuál es nuestro lugar en el mundo, nosotros afortunadamente vivimos en el lado bueno, y no es necesario ver más imágenes de muerte para corroborarlo.
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