El arte de cambiar de guión
El entrenador del Madrid superó las bajas de hombres básicos como Cristiano, Kaká y Pepe
Antes del último partido en el Bernabéu, el domingo, sobre la hierba nevada se celebró un pequeño acto: la entrega del trofeo al Goleador del Mes. La megafonía lo anunció de forma atronadora: "El goleador del mes es... ¡Gonzalo Higuaín!". La hinchada del Madrid recibió al héroe con alegría. El palco, con grata incredulidad.
Higuaín es la metáfora de una realidad que supera cualquier estrategia. El Madrid hizo el pasado verano la inversión en fichajes más ambiciosa de la historia del fútbol: Kaká, Cristiano y Benzema, goleadores de Italia, Inglaterra y Francia, a cambio de 210 millones. Que el goleador del mes de diciembre no haya formado parte del nuevo tridente, o que tampoco lo hayan sido Raúl, o Van Nistelrooy, habla del carácter inefable del fútbol. Higuaín, a quien la directiva se planteó traspasar, no sólo es el goleador de diciembre. Jugó poco en pretemporada y comenzó la temporada en el banquillo. Pero actualmente es el máximo anotador del equipo con 11 goles.
El éxito de Higuaín evidencia la buena salud del equipo y la perspicacia de Manuel Pellegrini, el entrenador, a la hora de afrontar dificultades. "Esta temporada demuestra que las plantillas nunca son largas", dicen los dirigentes del Madrid. "Si nos hubiesen dicho al principio que antes de enero perderíamos a Ronaldo durante dos meses porque se lesionaría en la clasificación del Mundial, a Kaká durante uno, y a Pepe para toda la temporada, habríamos imaginado una situación muy preocupante. Sin embargo, vemos que el equipo es un poco mejor cada partido. Hay un progreso. El orden y la presión son cada día más altos. El entrenador ha tenido el mérito de dotar al grupo de una gran motivación. Los no titulares, cuando han jugado, han asimilado el sistema en condiciones físicas perfectas".
Pellegrini recibió una plantilla en la que no decidió ni las altas ni las bajas. Al revés de Guardiola, su homólogo en el Barça, al chileno todo le vino impuesto. Pidió a Cazorla y no sólo no se lo compraron sino que le vendieron a Robben y a Sneijder. El técnico consideró que el volante holandés le sería de gran utilidad. El presidente, Florentino Pérez, prefirió atender a su instinto presupuestario. Pérez se molestó mucho con el entrenador porque le llevó la contraria. Para rematar el desencuentro, Sneijder fue traspasado al Inter, donde actualmente es el jugador más destacado.
Ante la necesidad, Pellegrini echó mano de otro que estaba en la lista de bajas: Van der Vaart. "La situación de Van der Vaart era la más delicada", comentan en el club; "es el que ha resultado más útil de lo esperado. Y lo ha hecho nada menos que ocupando el hueco que dejó Kaká".
Pellegrini debió tomar muchas más decisiones de las que se esperaba. Quitar a Raúl del equipo titular fue una medida de incalculable alcance deportivo y social. Capello y Schuster, dos técnicos con fama de duros, no se atrevieron a relevar al capitán. Calderón y Pérez, los dos presidentes más cercanos, tampoco se decidieron a hacer personalmente lo que creían que debían. Lo hizo Pellegrini, que mientras sentaba a Raúl puso en remojo a Guti -el segundo capitán-. Entretanto, estableció la meritocracia para mandar a Benzema a la reserva en beneficio de Higuaín y, cuando se lesionó Pepe, el líder de la defensa, lo reemplazó por Garay, un joven cuyo rendimiento en un club grande era un enigma. Hoy está despejado. Como dicen en el club: "Pellegrini siempre dijo que Garay, para él, tenía consideración de titular. Eso había que verificarlo y cuando le tocó aparecer lo hizo con una nota altísima. Cometió cero errores. Se ha instalado en el equipo jugando a un gran nivel con continuidad".
Fichado por 10 millones por consejo del destituido ex secretario técnico, Miguel Ángel Portugal, Garay llegó al Madrid en plena transformación institucional. En la escena que diseñaban Florentino Pérez y Valdano el chico tenía pinta de polizón. Pero la realidad tenía otros planes. En el nuevo guión, Garay es un Káiser.
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